Hablar de uno mismo es de cuidado
En las conversaciones o pláticas de recursos humanos, psicología y comunicación se suele comentar y a veces hasta se afirma que
«Las personas que hablan permanentemente de sí mismas lo hacen para reafirmar su personalidad»,
o sea, hablan constantemente acerca de su persona o de sus actividades e intereses para tratar de provocar que quienes les escuchen tengan la misma opinión prefabricada que estas personas han idealizado acerca de sí mismos.
Al hablar de uno mismo se intenta mejorar la Marca Personal
La labor de tratar de moldear la propia imagen y construir un prestigio o marca personal basándose en proyectar una imagen ejemplar de éxito y superioridad puede provocar un resultado contrario, entonces,
hay que prestar mucha atención y tener el debido cuidado para que a la hora de dirigir nuestra conversación hacia nosotros mismos evitemos provocar la sensación opuesta, esto es,
que al escucharnos los demás piensen que somos narcisistas o egoístas,
o que en su caso piensen que padecemos de un complejo de inferioridad.
¿Cómo detectar el complejo de inferioridad?
En muchas ocasiones, obviamente es necesario e inevitable hablar de uno mismo, sobre todo cuando nos hacen preguntas directas acerca de nuestra persona o de nuestro perfil profesional, preguntas que estamos moralmente obligados a contestar.
Pero tengamos en cuenta que es muy difícil hablar mucho y constantemente de uno mismo sin caer en la petulancia o en el autobombo, o en el auto aplauso,
a no ser que hablemos mucho de nosotros mismos pero mal y negativamente, en cuyo caso se pensaría que contamos con una mentalidad de fracasados.
Es que no es fácil hablar de uno mismo.
Es complicado hacer comentarios acerca de uno sin traspasar la delgada línea de la petulancia y la arrogancia.
Y en referencia a hablar mucho y constantemente acerca de uno mismo para reafirmar la personalidad, para tratar de que los demás nos vean y nos consideren como nosotros quisiéramos ser reconocidos y distinguidos, a continuación les propongo una de las sentencias del famoso psicoterapeuta austríaco Alfred Adler, fundador de la corriente conocida como psicología individual:
«Debe suponerse la existencia de un complejo de inferioridad en todos los individuos que manifiestan una exagerada preocupación por afirmar su personalidad;
que se interesan vivamente por todas las cosas o situaciones que significan poder y dinero, y que tienen un afán inmoderado de predominar, de ser en todo los primeros y tratar de estar considerados como elementos distinguidos en una comunidad».
-Alfred Adler.
Si ponemos un poco de atención en nosotros mismos,
nos podemos dar cuenta que cuando estamos en una conversación formal o informal, íntima o profesional, generalmente solemos centrar la atención de la plática en nuestra propia persona, o en los eventos recientes que más nos inquietan nos preocupan o los cuales queremos transmitir para que los demás se den cuenta de nuestra valía.
Por ejemplo:
Alguien empieza a hablar de practicar deporte e inmediatamente hegemonizamos la conversación contándole a todos que acabamos de entrar al club de tenis «más de moda» en nuestra ciudad,
y compartimos absolutamente todos los detalles de nuestra actividad sin ponernos a pensar si a los demás realmente les interesa o les es oblicuamente interoceánica nuestra nueva actividad.
Hablar de uno mismo fingiendo o imitando a otros
Hablar fingiendo ciertos gustos o comentar nuestro dominio de cualquier cosa solo porque está de moda o por imitación es una forma de demostrar que se busca llamar la atención,
esto también refleja que se quiere concentrar el tema de conversación en torno a nuestra persona, y eso se nota,
de eso se suelen dar cuenta casi todos por la inconsistencia que demostramos, o por la poca constancia con que practicamos eso que supuestamente nos destaca o nos apasiona,
y más que admirarnos, quienes nos escuchen sentirán pena ajena.
Hablar de uno mismo en las Redes Sociales #RRSS
Y sin ir más lejos, hoy en día, en tiempos de Redes Sociales, de ‘Lives’, de ‘streaming‘, de compartir contenido a través de los medios digitales,
podemos apreciar que se acentúa la necesidad de llamar la atención mientras se habla de uno mismo, de llamar la atención para ganar posicionamiento, para obtener un mayor número de ‘followers‘ y ‘friends‘.
Muchos personajes que se exponen permanentemente en Instagram o en facebook buscan desviar la atención hacia su propia persona haciendo un uso excesivo del habla en forma de contenido,
el cual toca en mayor medida asuntos relativos a sus propios logros y la forma en que los han conseguido, especialmente cuando pretenden vender su fórmula mágica para alcanzar el éxito en tiempos de precariedad.
Yo creo que como principio de educación, debemos comprender que es imprudente y poco edificante hablar de uno mismo, de nuestros méritos y hazañas cuando no nos lo han preguntado.
Sacar a la luz las cosas que consideramos encomiables de nosotros mismos es un asunto que más que hacernos brillar nos pone en evidencia,
porque una de las primeras reacciones que tenemos los seres humanos es rechazar de entrada lo que nos comentan o nos informan que es extraordinario;
tendemos a descreer o desacreditar que algo es lo mejor de todo, o lo peor del mundo:
-‘Te voy a mostrar a la mejor y más guapa actriz que nunca habrás visto’, o
‘cuando lo pruebes coincidiras conmigo ese es el platillo más desagradable de tal restaurante’.
Y aquellos que nos escuchen tenderán a decir:
-‘No es para tanto’, o ‘a mi no me lo parece así’.
Analicemos y entendamos que hablar de uno mismo proponiendo nuestras «grandes virtudes» aumenta la exigencia acerca de nuestros méritos y capacidades.
¿Cuántos profesionales señalan por ejemplo en su currículum que hablan tal o cual idioma con soltura y en realidad apenas saben decir pocas frases? o
¿Cuántos argumentan que conocen a tal o cual personaje famoso cuando en realidad dicho personaje ni siquiera los reconocería en un ascensor.
¿Cómo me hago famoso?
Hablar de uno mismo (tanto en el trabajo como fuera de él) enfoca directamente la atención sobre nuestra persona, especialmente sobre el rendimiento de uno.
Si permanentemente digo que soy el mejor en tal o cual disciplina, o comento a la ligera mis abultados ingresos, sea cierto o no, eso tenderá a provocar un natural rechazo en quienes me escuchen.
Y si digo que soy muy bueno en lo que hago, mis compañeros y superiores seguramente me exigirán resultados en función de esas mismas afirmaciones,
en la misma medida con la que me alabo seré medido,
cuidado con esto porque es un arma de dos filos.
Al hablar de uno mismo también pensemos en quiénes nos están escuchando.
Es relativamente entendible que nos pongamos a hablar bien de nosotros mismos en presencia de gente a la que consideramos superior a nosotros en cierto sentido,
especialmente a los que entendemos que tienen o pasan por un desahogado bienestar económico.
Pero, peor aún es hablar centrando la atención en nuestro «relativo éxito económico» frente a aquellos que padecen una situación que no es la más holgada en el aspecto monetario.
Lo peor de todo esto no solo es comentarlo ante un pequeño grupo de cuatro individuos,
lo peor es publicarlo en redes sociales, o en una entrada de blog, ya que eso tiene un mayor alcance y puede provocar un gran impacto, impacto que puede ser negativo y destructivo para nuestra marca personal.
Otra cosa que he notado es que cuando estamos mucho tiempo aislados, encerrados o confinados (como ahora dicen) solos o con nuestra familia, tendemos a hablar más de nosotros mismos justo en el momento en que tenemos la oportunidad de hablar,
porque como seres humanos estamos ávidos de ser escuchados y admirados;
y en la primera oportunidad que dejemos nuestro aislamiento avasallaremos o abrumaremos a los demás con nuestras grandes ideas y propuestas, y de esto casi no nos damos cuenta, a no ser que otro nos quiera envolver con su propia plática, en cuyo caso si notamos esa hegemonía al tomar la palabra.
Sugiero que antes de hablar de uno mismo, primero sepamos saber escuchar.
Si sentimos que muy seguido las conversaciones de otros nos aburren o no llenan nuestras expectativas, probablemente tengamos un serio problema con la gestión de nuestro ego.
La finalidad u objetivo de construir nuestra propia imagen a partir de hablar bien y generosamente acerca de uno mismo conforme a nuestro afán de protagonismo y deseo de superioridad puede ciertamente centrar la atención de los demás en nuestro discurso, pero también puede destruir nuestra marca personal.
¿Conocerme a mí mismo? Si lo hiciera, saldría corriendo espantado.
-Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832).
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Fotógrafo: Leonardo Valente