50 Máximas francesas de Marca Personal
Seguramente conocerás y utilizarás una que otra máxima para expresar algún tipo de consejo, enseñanza o en su caso un pensamiento moral.
Las máximas son esos principios o reglas de conducta que en general aceptamos la mayoría de las personas, pero en particular aquellos que profesan un oficio o una especialidad.
Según los escritores clásicos del renacimiento francés y posterior ilustración, las máximas, a diferencia de las frases lapidarias expresan con buena claridad un doble pensamiento:
El primero es que las máximas revelan un secreto vergonzosamente escondido (la naturaleza del hombre).
Y, en segundo lugar sugieren cómo debería conducirse cada hombre o mujer, claro, si fuera razonable; sin embargo, como no lo son, o como no lo somos, por eso la máxima casi no puede acatarse o cumplirse
El escritor francés Marc Cheymol comenta en su Antología de máximas francesas que desde el renacimiento hasta el humanismo moderno, los escritores franceses se han estado enfrentando al mismo e irritante obstáculo:
«La maldad del hombre que al parecer no tiene remedio».
Lo que sucede es que la naturaleza del comportamiento humano revela o expone una serie de actitudes, bondadosas o malvadas que casi siempre lo describen, y en términos del moderno personal branding, por ejemplo, podríamos afirmar que esas actitudes que mostramos pueden definir en gran medida la marca personal de cada uno.
En éstas máximas francesa se refleja la marca personal
En la antología Cheymol encontramos que la misión primordial de esos autores clásicos franceses es la de mantener la conciencia del lector en estado de alerta, esto es, estos escritores pretenden evitar a cualquiera de nosotros que se mienta a sí mismo, sí, para que no nos auto-engañemos.
Esta literatura digamos moralista es, como literatura pesimista o literatura del desengaño.
Marc Cheymol explica que en la época clásica francesa, la máxima era la forma predilecta con la que se expresaba el espíritu moralista, estas eran a su vez máximas modelo de exigencia de marca personal .
Marc Cheymol afirma que la máxima es una expresión dirigida al lector.
Señala que en primer lugar, la dimensión moral de la máxima se presenta como un precepto que el lector debería tomar como regla de su conducta; o en todo caso, tomar en cuenta en su vida social o afectiva.
Pero, desde el punto de vista estrictamente literario, se presenta como un enigma, como una frase criptográfica cuyo sentido real es desconocido.
En pocas palabras, las máximas pueden también definirse como refranes de la gente con ingenio, esos que encierran verdades imperfectas, verdades casi universales.
Los autores que Marc Cheymol ha seleccionado en esta curiosa antología pertenecen -casi todos- a la edad de oro de la máxima francesa, cuyos límites cronológicos se establecen entre el siglo XVI y el siglo XVIII.
Aquí en mi selección personal he escogido las máximas de un solo autor, las de Françoise de La Rochefocault, y he realizado mi propia sub-selección basándome en 50 máximas que antes definían al hombre basándose en lo que proyectaba con sus acciones y conducta, pero que hoy en día siguen teniendo vigencia porque reflejan con mucha claridad el prestigio, desprestigio o marca personal de una persona, a ver qué opinas tú:
50 Máximas francesas de Marca Personal
1. La manera más segura de engañarse a uno mismo es creerse más listo que los demás.
2. Damos consejos pero no inspiramos conducta alguna (especialmente en redes sociales).
3. La fortuna hace aparecer nuestros vicios y virtudes al igual que la luz hace aparecer los objetos.
4. La mayoría de los jóvenes creen ser naturales cuando en realidad sólo son mal educados y groseros (y muchos de los adultos también).
5. El deseo de hablar de nosotros mismos y de mostrar nuestros defectos del lado que nos conviene, constituye una gran parte de nuestra sinceridad.
6. Existe una elevación que no depende de la fortuna:
Es cierto aire que nos distingue y que parece destinarnos a las grandes empresas;
es un precio que nos damos imperceptiblemente; por dicha cualidad usurpamos las atenciones de los demás y es ésta, comúnmente, la que nos coloca por encima de ellos más que el nacimiento (o el apellido), más que las dignidades y el mérito mismo.
7. El ridículo más peligroso en las personas viejas que fueron atractivas consiste en olvidar que ya no lo son.
8. Llegamos frescos a las diversas edades de la vida y ahí siempre nos hace falta experiencia, a pesar del peso de los años.
9. Nada impide tanto ser natural como tratar de parecerlo.
10. El poder que ejercen las personas que amamos casi siempre es mayor que el que tenemos sobre nosotros mismos.
11. Nos esforzamos en honrarnos a nosotros mismos con los defectos que no queremos corregir.
12. Lo que vuelve tan agudos los dolores de la vergüenza y de la envidia es que la vanidad no sirve de ayuda para soportarlos.
13. Si existen hombres que nunca se han visto en ridículo es porque no se les ha buscado bien.
14. Nada debería humillar más a los hombres que han sido objeto de grandes elogios que el empeño que todavía se toman por distinguirse a través de sus pequeñeces.
15. La certeza de agradar es a menudo un medio certero y/o seguro para desagradar.
16. Uno no se vilipendia o se menosprecia a sí mismo sino para ser alabado.
17. Casi siempre nos aburrimos con aquellos a quienes aburrimos.
18. El amor propio es el más grande de todos los aduladores.
19. Con frecuencia hacemos alarde de nuestras pasiones, aun de las más criminales; pero la envidia es una pasión tímida y vergonzosa que nadie se atreve jamás a confesar.
20. Tenemos más fuerza que voluntad; y muy seguido, para disculparnos ante nosotros mismos, imaginamos que las cosas son imposibles.
21. Si no tuviéramos defectos, no gozaríamos tanto señalando los de los demás.
22. Aunque los hombres se jactan de sus buenas acciones, con frecuencia éstas no son el resultado de un gran propósito sino del azar.
23. La sinceridad es abrir el corazón. Se da en muy poca gente, y la sinceridad que vemos por lo común sólo es un disimulo sutil que intenta atraer la confianza de los demás.
24. Todo el mundo se queja de su memoria pero nadie se queja de su juicio.
25. Desengañar a un hombre preocupado por sus méritos es hacerle un favor tan perverso como aquel que le hicieron al loco de Atenas que creía que todas los barcos que llegaban al puerto eran suyos.
26. Uno no da con tanta prodigalidad o abundancia como sus consejos.
27. Es tan fácil engañarse a sí mismo sin darse cuenta, como difícil es engañar a los demás sin que lo noten.
28. Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos ante los demás que finalmente nos disfrazamos ante nosotros mismos.
29. Es más fácil ser sabio para los demás que para sí mismo.
30. Se habla poco cuando la vanidad no hace hablar.
31. Preferimos decir algo malo de nosotros mismos que abstenernos de hablar de nosotros.
32. La mente siempre se deja engañar por el corazón.
33. A menudo traicionamos más por debilidad que por un propósito deliberado de traicionar.
34. Se habla poco cuando la vanidad no hace que hablemos.
35. Preferimos decir algo malo de nosotros mismos que abstenernos de hablar de nosotros.
36. Es propio de los grandes espíritus hacer entender muchas cosas con pocas palabras; los pequeños espíritus, en cambio, poseen el don de hablar mucho y no decir nada.
37. Pocas personas son lo suficientemente sensatas como para preferir la reprobación que les es útil a la lisonja o alabanza que los traiciona.
38. Existen reproches que alaban y alabanzas que reprueban.
39. La gloria de los grandes hombres siempre debe medirse por los medios que éstos emplearon para adquirirla.
40. Existen varios tipos de curiosidad:
uno de interés, que nos lleva a desear aprender lo que nos puede ser útil,
y otro de orgullo, el cual procede del deseo de saber lo que los demás ignoran.
41. Olvidamos con facilidad nuestras faltas cuando sólo nosotros las conocemos.
42. El deseo de parecer hábil a menudo impide llegar a serlo.
43. Aquel que crea poder encontrar en sí mismo algo que le permita prescindir de todos los demás se engaña; pero aquel que piensa que es imposible prescindir de él mismo se engaña aún más.
44. El verdadero hombre discreto es el que no presume de nada.
45. Quien vive sin locura no es tan sabio como cree.
46. La mayoría de la gente no juzga a los demás sino por su reputación o su fortuna.
47. No es tan peligroso hacerle mal a la mayor parte de los hombres y mujeres como hacerles un bien excesivo.
48. “Los espíritus mediocres condenan generalmente todo aquello que está más allá de su alcance”.
49. Por magnífica que sea una acción, no debe ser considerada como grande si no es la consecuencia de un gran propósito.
50. Al igual que las frutas, el mérito de los hombres tiene su estación.
“El mismo orgullo que nos hace censurar los defectos de los que nos creemos exentos, nos lleva a desdeñar las cualidades que no poseemos”.
-Françoise de La Rochefocault (1613-1680).