El miedo a ser irrelevante
A principios de los años noventas, John Travolta, el popular actor y protagonista de películas como ‘Fiebre del Sábado por la Noche‘ y ‘Vaselina‘ (Grease), estaba muy preocupado por el devenir de su carrera artística.
Después de sendos éxitos de taquilla, le precedieron una serie de películas que prácticamente pasaron desapercibidas por el público de la época.
John Travolta estaba deprimido por los escasos resultados de taquilla que su participación e imagen estaban logrado, se sentía irrelevante.
Travolta se encontraba en un punto donde veía como su protagonismo ya no era garantía de éxito y nadie lo contrataba para papeles de importancia, tanto por su nivel histriónico como por su alto presupuesto.
Fueron momentos difíciles en los que John Travolta se negaba a seguir participando en películas de bajo coste, las cuales consideraba poco prometedoras para su al parecer acabada carrera; lo invadía el miedo a ser irrelevante.
En esa dura etapa, su ‘Manager‘ o representante artístico lo convenció de reunirse con un joven creador de películas de la nueva corriente artística, quien estaba demostrando importantes éxitos taquilleros con películas de muy bajo presupuesto, como ‘Perros de Reserva’, ya te habrás dado cuenta de que estoy hablando del guionista y director Quentin Tarantino.
El miedo a ser irrelevante nubla la perspectiva
John Travolta, medio renuente a hablar con ese joven y desconocido director, finalmente y para su buena fortuna accedió a reunirse con Tarantino, quien lo convenció de participar con un papel casi protagónico, si así se puede decir tras colaborar en una película colmada de estrellas consolidadas de Hollywood, ya sabrán que me refiero a la película de ‘Pulp Fiction‘.
Esa película relanzó la hasta entonces descendiente carrera artística de Travolta.
Después de ese enorme e inapelable éxito, John Travolta pasó a formar parte de la élite de actores de Hollywood que cobran más de un millón de dólares por película.
John Travolta no deja de reconocer públicamente, en cada ocasión que se le presenta que le debe todo a Quentin Tarantino. Siempre dice que le estará muy agradecido por haberlo rescatado de la irrelevancia, del casi anonimato artístico al que muchos actores son relegados o arrumbados después de uno o dos éxitos.
¿Sabemos reconocer el Talento?
Todos podemos sufrir el mismo miedo a ser irrelevante
Ese negativo sobrecogimiento que el mismo John Travolta sentía antes de aceptar el papel en ‘Pulp Fiction‘ es el mismo miedo que todos los que ni siquiera somos famosos también experimentamos cuando apreciamos que nos convertimos o nos estamos convirtiendo en irrelevantes.
Ese miedo a ser irrelevante o esa sensación de irrelevancia es como una especie de ansiedad auto-impuesta, medio irracional en el sentido de que crees que el trabajo que desarrollas ya no es valorado por tus jefes, o por tus clientes, o por tus seguidores.
Este miedo a ser irrelevante es algo similar a la sensación de que tus hijos ya no te necesitan, o de sospechar que tus habilidades o tu arte ya no generan utilidad o interés alguno.
Por definición, llamamos irrelevante a todo aquello que tiene poca o ninguna importancia, que es mínimo o insignificante.
El miedo a ser irrelevante no es exclusivo de la vejez
En las etapas tardías de la vida, «tardías» en el sentido de su utilidad -y ahora voy a eso-, llegamos al lamentable momento de sentirnos irrelevantes cuando pensamos que perdemos la fuerza, la energía, la visión de futuro, la perspectiva y el propósito que nos indica a dónde tenemos que llegar, o qué tenemos que alcanzar.
John Travolta, bailarín y actor de profesión, estaba experimentando ese miedo -o sentimiento de irrelevancia- justo cuando estaba en la plenitud de su juventud y de su arte; sentía esa especie de obsolescencia histriónica cuando todavía tenía un largo camino por recorrer, como artista no estaba ni de lejos acabado.
A diferencia por ejemplo de los deportistas, los actores, como en este caso John Travolta, no se obsoletan al haber alcanzado un límite de edad.
Los actores pueden ejercer su arte hasta la más alta vejez, allí están los ejemplos de Clint Eastwood o Kirk Douglas quienes han participado en películas hasta más allá de los noventa años de edad.
La irrelevancia del deporte profesional
Los deportistas por su parte, tenistas y futbolistas profesionales entre otros, que dependen de su agilidad y fortaleza corporal, están demostrando que con cierta disciplina y cuidados físicos pueden prolongar sus carreras hasta casi los cuarenta años.
Deportistas como Leonel Messi, Cristiano Ronaldo, Rafael Nadal o Roger Federer que rondan entre los 34 y los 39 años (a la fecha de la publicación de este artículo), sí que podrían experimentar ese sentimiento de irrelevancia, pero solo en el aspecto deportivo, porque están conscientes de que atraviesan por su etapa final como deportistas de alto nivel, esto por supuesto no los limita de poder dedicarse a otras cosas.
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En general, los profesionistas que no dependen de la dedicación y cuidado extremo de su físico, como técnicos, universitarios, empleados administrativos y creadores del mundo digital, pueden ejercer sus destrezas hasta una entrada edad sin necesidad de experimentar sentimientos de irrelevancia u obsolescencia.
Algunos doctores, por ejemplo los neurocirujanos, si necesitan contar con grandes reflejos y un enorme control de su pulso para hacer delicadas intervenciones operatorias, unas que un doctor de edad avanzada no podría o no debería ejercer.
Todos experimentamos el miedo a un futuro irrelevante
Uno de los problemas que detecto cada vez más es que la mayoría de los profesionistas tendemos a asociar la irrelevancia con los mayores de edad, e incluso hasta con los no tan viejos.
Les colgamos la etiqueta de irrelevante (justa o injustamente) a quienes ya pasaron por ciertas experiencias y que al parecer ya no pueden seguir aportando más de sus destrezas, ni de su creatividad ni de su innovación.
Calificamos como obsoletos a quienes ya no tienen ni el mismo físico ni la misma agilidad mental.
Pero, (paradójica y ridículamente) la irrelevancia no solo está presente en los que ya no pueden desarrollar su profesión como consecuencia de la edad
La irrelevancia también está allí manifiesta en los jóvenes, como el caso de John Travolta, que ya se estaba planteando dedicarse a otra cosa, ¡como si sus habilidades histriónicas estuviesen obsoletas!
Al parecer John era irrelevante (como actor) solo ante sus propios ojos, y probablemente ante los ojos de cierta audiencia que lo veían desempeñando papeles insignificantes solo para mantenerse económicamente, no para demostrar todo su potencial artístico.
Yo creo que muchos profesionales o aspirantes a serlo, y en su caso artistas, ‘artistas’ porque desarrollan su trabajo como si fuese una aportación de valor a los demás, han en algún momento experimentado el miedo a ser irrelevantes, ya sea porque creen que han escrito todo lo que sabían, o porque desarrollaron todas sus proyectos o porque se sintieron vacíos de ideas y faltos de creatividad.
En muchos de los casos veo que hasta los más jóvenes se sienten irrelevantes solo por el hecho de perder seguidores en redes sociales, o por carecer del número de consumidores que juzgan necesario para seguir creando su arte.
Cuántas veces somos testigos de Youtubers -a los que en lo particular considero como artistas-, que dejaron de colgar videos a pesar de seguir contando con uno o dos millones de seguidores.
Y, la causa de su abandono fue que se vieron afectados por el nuevo algoritmo de la plataforma, porque llegaron al punto donde veían con desilusión que publicar un vídeo solo les genera 5 ó 6 mil visitas, cuando usualmente producían 100 ó 300 mil vistas.
Ya quisieran muchos Youtubers en ciernes contar con 5 mil vistas por cada vídeo publicado.
Lo que desde mi punto de vista impulsa no solo a Youtubers sino a empresarios con tiendas Online, Bloggers y Productores de contenido digital a dejar de lado su arte es:
«El miedo o sentimiento autoimpuesto de ser irrelevantes».
Yo mismo admito que en algún momento he tenido algunas dudas acerca de la pertinencia o indiferencia de este mismo programa de emprendimiento en formato podcast.
He atravesado por instantes en que he sentido que los contenidos que genero están siendo irrelevantes para la audiencia.
Creo que esta sensación es algo natural por la que todos los creadores de contenidos hemos pasado en algún momento crítico de creatividad.
Creo que en la mayoría de los casos el miedo a ser irrelevante surge desde el interior de uno mismo, más allá de que otros nos conminen a dejar lo que estamos desarrollando por considerar que ya no aporta nada nuevo a nadie.
El hecho de que otros encuentren tu trabajo o tu contenido irrelevante solo refleja SU visión subjetiva, no la tuya, porque mientras tú seas capaz de ser relevante para al menos una persona, porque tienes un solo seguidor -que no es tu amigo ni tu familiar-, solo eso justifica tu causa, tu trabajo o tu arte, como lo quieras llamar.
No debe considerarse ningún tipo de trabajo como irrelevante mientras sirva al menos a una sola persona, su utilidad y beneficio para una, dos o tres personas siempre lo justificará, a no ser que el fin último de ese trabajo sea el beneficio económico, ¡eso ya es otra cosa!
En las manifestaciones del arte,
y me refiero a cualquier tipo de profesión en donde la creación, la solución de problemas, la consecución de objetivos o la generación de contenidos sean la materia prima del oficio, no existe, o no debería existir un sentimiento de irrelevancia.
Tener miedo a ser irrelevante o creerse irrelevante es la causa por la que muchos se detienen de exponer o proponer su trabajo, porque lo consideran imperfecto o insuficientemente importante para destacar; se exigen demasiado y por eso no lo llevan a cabo.
Veamos por ejemplo como algunas corrientes del arte o de las ciencias “pasan de moda” entre comillas, y a pesar de entenderlas como antiguas continúan vigentes en el gusto de muchas personas y consumidores, siguen siendo demandadas para su adquisición a pesar de que a algunos les parezcan obsoletas.
El arte barroco así como la arquitectura victoriana son manifestaciones del arte que siguen vigentes en el gusto de mucha gente, y de ninguna forma podríamos tacharlas como irrelevantes u obsoletas.
Muchos arquitectos y diseñadores de interiores siguen diseñando con estos estilos.
Ciertos juegos de video clásicos, varios artículos de hace más de 30 años, muchos álbumes musicales del siglo pasado continúan en el gusto de millones de personas (incluso muy jóvenes) a pesar de que los nuevos desarrolladores los califiquen como irrelevantes, o pasados de moda solo porque no son capaces de comercializarlos.
¿Dónde encontramos el miedo a ser irrelevante?
Me parece que más bien podemos encontrar sentimientos y expresiones de irrelevancia en quienes publican cosas sin sentido, en quienes cuelgan imágenes, comentarios o vídeos que solo buscan llamar la atención hacia su persona para granjearse la aprobación de los demás.
Más allá de tener 20, 30 ó 55 años de edad,
descubrimos contenidos irrelevantes en quienes no encuentran un lugar en el mundo para exponer un arte que no es tal.
No es arte porque lo que producen lleva de fondo implícito su propio beneficio económico más allá de aportar un verdadero gusto o utilidad a los demás.
Uno no gana relevancia hablando bien de si mismo ni proclamándose como ejemplo de éxito.
La metáfora del lápiz
Ésta metáfora dice que nuestra vida es como un lápiz, de esos amarillos escolares con goma en un extremo.
Conforme avanzamos en nuestra vida, en nuestro uso y desgaste vamos perdiendo filo, y allí es cuando tenemos que sacarle punta, porque no se puede escribir con calidad teniendo la punta achatada.
Entonces tendremos necesariamente que pasar por un difícil y doloroso proceso de cambio, donde tendremos que borrar algunas cosas, y donde además deberemos sacarnos punta para volver a escribir con precisión.
El proceso de cambio, re-conversión o reinvención profesional es una etapa que para algunos puede parecer dolorosa pero también es indispensable para evitar la irrelevancia.
Cómo reinventarse profesionalmente | Entrevista a Verónica Z Herrera
Y así, conforme avanzamos tanto en la vida como en el trabajo, nuestro lápiz se va desgastando de ambos lados, y a cada tanto será necesario volver a entrar y salir por el duro sacapuntas para obtener un nuevo filo y así poder aportar un trabajo con con Precisión, Belleza y Calidad.
«Las personas más irrelevantes suelen ser las que más hablan».
-Voz del pueblo