Mi Abuelo fue un Hombre de Negocios. Allá por los años 40’s dirigía una pequeña empresa de cine móvil. Llevaba el cinema a pequeñas ciudades y pueblos de los estados de Guanajuato y Jalisco.
Para la época cargaba con una importante cantidad de equipo.
Se desplazaba de lugar en lugar con mucho peso por unos caminos horribles, la mayoría de las veces eran terracerías que hacían más largos y difíciles los trayectos, por supuesto más largos en comparación con los tiempos de hoy.
En las poblaciones donde llevaba las novedosas películas mexicanas y de Hollywood lo esperaban con enorme expectación y entusiasmo.
Se instalaba en el sitio, generalmente en la plaza del pueblo, solo para estar unos dos o tres días. Era demasiado el jaleo que tenía que realizar para montar y desmontar todo el equipo, incluidas las instalaciones provisionales para luego tener que levantar todo y partir a otro destino.
Era un trabajo arduo, durísimo, y no siempre debidamente compensado.
En algunos pueblos la gente era tan pobre que mi Abuelo le cobraba la entrada a muy pocos, la mayoría no tenían dinero para pagarse un boleto.
Le descorazonaban las caras de tristeza y frustración de la gente que se quedaba fuera.
Le permitía el acceso gratis a muchos niños, también a personas en notoria situación de pobreza. Les decía que no se lo dijeran a nadie, que lo guardaran como un secreto, para que no se difundiera y luego nadie quisiera pagarle.
Pero al final sí se difundió, se extendió la idea de que él era una buena persona, tenía una gran generosidad. Y sobre todas las cosas, le encantaba lo que hacía.
Disfrutaba las caras de impresión que muchos niños, adultos y especialmente viejos ponían al ver por primera vez las imágenes animadas de otras personas, así como las acciones que habían sucedido a gente desconocida en un tiempo pasado.
Esta secuencia de escenas causaba un gran impacto al público; algunos se asustaban, hasta se persignaban al enfrentar las primeras imágenes.
Mi Abuelo veía con mucho interés y respeto el impacto que causaba su Cinema y cómo se cuestionaban todo:
-¿Cómo lo habrán hecho? Parece un milagro,,,
¿Y todos esas personas, llamadas también «actores» ni siquiera los hemos visto personalmente?, y dicen que nunca los podremos conocer en vivo;
muy probablemente tampoco podamos pisar esos lugares y ciudades tan imponentes, como Ciudad de México, o Nueva York,
¡Qué impresión!.
A mi Abuelo le gustaba escuchar los comentarios e inmediatas sensaciones de la audiencia después de ver las primeras imágenes en movimiento, ya que el primer contacto con el cine todo mundo lo contaba, nadie olvidaba su primera experiencia frente a la pantalla grande; era un acontecimiento de enorme importancia, y todos lo esperaban con ansias.
También llegó la televisión, pero no a los pueblos
El cinema era una experiencia sensacional, y luego llegó la televisión, una que mucho menos conocían, solo de oídas.
En los pueblos asumían con toda dignidad que probablemente nunca verían la una televisión ni en fotografía, eso era para gente de ciudad, para los ricos, para los que podían pagarse ese aparato sin tener que abonar pagos mensuales, o para los que en su caso sí contasen con un sueldo regular con el cual disponer de una parte para los abonos, esfuerzos que (eso sí) les evitaban comprarse otras cosas, como comida, ropa y útiles escolares para los niños.
Muchos se limitaban de varias cosas con en aras de tener un televisor en casa a toda costa; se abstenían incluso de necesidades básicas con tal de hacerse con el novedoso aparato, vivían por arriba de sus posibilidades; aunque nos parezca de actualidad, esto me lo contó mi Abuela.
Mi Abuelo no se sentía Emprendedor
Pero volviendo al Cinema, a eso a lo que se dedicaba mi Abuelo, a llevar el cine a donde no lo había, me imagino que hoy le llamarían pequeño empresario, quizá emprendedor.
Él jamás se percibió a sí mismo como una gran personalidad, ni como alguien influyente, a pesar de que en los pueblos a donde iba lo recibían como a un personaje importante, él nunca se vio así; tenía seguridad en sí mismo porque sabía de dónde venía y además desarrollaba lo que más le gustaba.
En su momento fue uno de los primeros inversionistas en México que compró un equipo de cine móvil con el que se trasladaba de pueblo en pueblo, para proyectar películas, caricaturas y noticias de actualidad.
A mi Abuelo hoy seguramente le llamarían Emprendedor, quizá ‘Visionario de los Negocios’, pero él no se sentía así, ni era petulante.
Como ya dije hablaba poco, y cuando lo hacía evitaba hablar de sí mismo, evitaba el ‘Yo‘, el ‘mí‘, el ‘mío‘, él era más bien de escuchar a otros.
Era reservado en lo que a su vida personal concernía, quizá por eso causaba curiosidad e intrigas a donde iba; y a su paso entre uno y otro ayuntamiento siempre le preguntaban:
-Y entonces ¿Cómo te enteraste de que podías hacer esto del Cine un ‘modus vivendi‘?
¿Cómo lo sabías? ¿Quién te lo dijo?
¿Dónde descubriste tan novedoso trabajo?
¡Ahora admiro cómo logró tantas cosas sin Internet!
Antes de fundar su pequeña compañía, mi Abuelo había vivido unos 3 años en Chicago, Illinois. Se fue al país vecino para buscarse una mejor vida, para aprender, para ampliar sus horizontes; esto lo supe por mi Abuela, y también por mi Papá.
Abuelo Ejecutivo y Emprendedor de Acción
Como ya lo dije, mi Abuelo era muy discreto, era de pocas palabras, no presumía de nada, mucho menos de sus múltiples viajes, ni de los lugares tan dispares que conocía.
Jamás se le escuchó comentario alguno acerca de sus éxitos, sus logros nunca los entendió como tales. No se veía asimismo como un triunfador, más bien se sentía un trabajador más; no pretendía hacerse pasar por alguien importante, solo cumplía con lo que sentía que era su obligación, eso sí, una obligación muy pesada según mi Abuela.
Salía por largas temporadas de casa y llegaba fastidiado, también delgado, pero satisfecho.
Durante las temporadas más fuertes de cine dormía poco, y aún así se levantaba desde temprano para tener todo listo. Era muy exigente consigo mismo, primero demostraba cómo se hacían las cosas y luego daba órdenes.
Transmitía su conocimiento a sus pocos empleados, y ponía muchísimo empeño en todos los detalles, no por perfeccionista, sino porque sabía muy bien que cualquier minucia que no funcionara correctamente podría fastidiar toda la función, ¡estaba en todo!
Tenía que ser muy estricto con los horarios de las funciones, y tener todo a punto porque los proyectores debía arrancar a la hora exacta.
No se permitía comenzar ni un minuto tarde, y no porque creyera que su tiempo valiera mucho, que sí lo valía, más bien porque sabía que mucha gente caminaba dos, tres y hasta seis horas por veredas y caminos sinuosos que atravesaban la sierra solo para ir al cine con la familia, y luego tenían que regresarse por donde vinieron, de vuelta a la brega, a la friega, para no descuidar su ganado.
Hoy me pregunto ¿con qué clase de fuerza interior contaba mi Abuelo para ponerse a desarrollar todo lo que hizo, para hacer que las cosas sucedieran?
Nunca tomó un curso motivacional, nadie lo instó a ser productivo, nadie le sugirió que debería agregar valor.
Que mi abuela supiera él nunca recibió ningún tipo de Coaching ni mentoría, no necesitaba a nadie que le dijera lo que tenía que hacer, no le reportaba cuentas a nadie que no fuera mi Abuela.
Exteriormente su trabajo parecía sofisticado, y en cierta forma lo era porque manejaba unos aparatos muy extraños y modernos, no cualquiera podía reconocer a simple vista para lo que servían esos equipos hasta que él no se los explicase, pero sus ingresos definitivamente no eran nada sofisticados, ya lo hubiese querido él; sus márgenes de rentabilidad no eran altos, al parecer eran mínimamente suficientes para mantener a su familia e ir haciendo un minúsculo ahorro, del que nunca comentaba nada.
A pesar de que a mi Abuelo no le gustaba hablar de dinero, ni de sí mismo, era generoso con sus amigos y conocidos, tenía tiempo para compartir lo que sabía, eso sí, solo cuando le pedían su opinión.
Tratando de ser objetivo, creo que como Empresario o Emprendedor mi Abuelo habría llegado mucho más lejos de lo que alcanzó a hacer.
Él hizo muchísimo considerando que empezó a trabajar desde adolescente. Desde los catorce años comenzó el ahorro con el que luego compró los proyectores y accesorios del cinema. Como muchos otros, empezó desde cero. Eso sí, avanzaba poco a poco, a paso firme sin dejar de progresar.
Se casó y tuvo familia, primero dos niños y luego la niña.
Según mi Abuela ‘todo pintaba como Dios manda’, pero un día Dios mandó su designio. Mi Abuelo cayó enfermo. El hermano de mi Abuelo, que era Doctor, comunicó a mi Abuela que su marido padecía una insuficiencia renal, enfermedad que hoy en día hubiera superado perfectamente con todas las medicinas y tecnología con que contamos; pero después de dos años padeciendo brutales dolores y postrado en la cama apagó su luz a los 39 años, con toda una vida por delante.
Creo con toda firmeza –y esta es una opinión personal-, que mi Abuelo como Emprendedor habría crecido a grandes niveles empresariales. Con ese inusual empuje habría abarcado más territorio, habría llegado más lejos, habría adquirido más equipos, contratado más gente; pero la providencia tenía otros planes.
Cuando le pregunté a mi Abuela:
-¿Oye cómo es que mi Abuelo hizo tantas cosas con tan poco tiempo de vida?, ¿Cómo lo logró?, ¿Qué lo motivaba?
Con notable orgullo y llena de pundonor me contestó:
-“Tu Abuelo solo se levantaba temprano por las mañanas y hacía las cosas, eso era todo».
De esta forma rindo aquí un pequeño homenaje a la memoria de Gustavo Pérez Montero.