Probablemente, una de las primeras mentiras que escuchamos en nuestra vida es esa de que el profesor que nos espera en quinto año de primaria es tan malo que roza el sadismo.
Y, el argumento generalmente aceptado es que ese maestro tiene poca paciencia con los alumnos y reprueba a casi todos en los exámenes. Esta afirmación la creemos durante todo el año escolar, y la asumimos con total pavor hasta que aprobamos todas las materias y pasamos al sexto curso.
La segunda mentira que también asumimos como verdad incuestionable surge cuando el profesor de gimnasia en secundaria nos dice:
“Tú no eres bueno para el fútbol, mejor deberías intentar otro deporte”.
Lo que aquí sucede es que tú no eres tan malo, lo que realmente necesitas es mucha práctica y entrenamiento par dominar algunas técnicas que seguramente te permitirían jugar hasta con lucimiento.
La tercera mentira te la dice un compañero del bachillerato cuando te afirma que la chica más guapa de la generación nunca se fijaría en ti como candidato a novio, y por supuesto que ese pringado asume que bajo su irrisorio criterio él sí que tiene opciones viables con la chica ¿no?, jaa jaá, pero te reitera que a ti no te voltearía ni a ver, casi casi ‘con todos menos contigo’.
Lo que se infiere de todo esto es que mientras más jóvenes somos, o hayamos sido, tenemos más propensión a creer las mentiras que otros nos dicen.
Todo esto se debe a que a temprana edad somos más ingenuos debido a que contamos con menos experiencia práctica, y por lo mismo tenemos menos referencias para hacer comparaciones que nos arrojen a construir juicios y criterios objetivos.
Las Mentiras que Creemos
El problema de creer en las mentiras no solo lo enfrentamos en la más tierna juventud, el dilema es que conforme vamos creciendo, continuamos comprando y hasta afirmando las trolas que otros nos dicen:
Como cuando tenías un jefe o un compañero de trabajo que a cada rato afirmaba que tenía estudios de Maestría en una materia equis, en la que claramente nunca se atrevía a desarrollar ni a exponer su saber.
Esa patraña la seguimos creyendo durante varios años hasta que nos damos cuenta de la falsedad, y solo entonces entendemos que más nos vale seguir callando y escuchando la perorata si no queremos perder el puesto o las posibilidades de ascender en la escala jerárquica, al menos dentro de esa empresa.
Las Mentiras de Influencers y Personajes Públicos en ocasiones nos creemos
Continuamente seguimos escuchando en medios digitales muchas falacias cuando observamos la interminable perorata de algún Influencer que no deja de hablar de sí mismo, quien expone todas sus cualidades y experiencia, que se pondera a sí mismo como «exitoso» y casi como una luminaria a idolatrar
Esto mientras se presenta como CEO de una empresa de 5 ó 10 empleados, ¡Por Dios!, y te promete que te hará ganar el equivalente a 10 mil dólares al mes si le envías un mensaje privado en Instagram.
Y, quizá no te des cuenta de que en lugar de demostrarte con hechos tangibles su saber hacer, más bien trata de impresionarte con los cuestionables ingresos que le arroja Facebook o Youtube, o en su caso tira de las opiniones favorables de algunos de sus paleros para apuntalar su concepto de sí mismo, mismas opiniones que tú les debes creer para contratar sus servicios.
Esto es un Verdadero CEO
Lo que sucede es que cuando carecemos de recursos literarios y sobre todo de experiencia directa en el trato con personas embusteras, tóxicas y/o mitómanas, es allí donde tendemos a creer más en la gente nueva.
Desde que hemos tenido la suerte de tratar con gente decente, o sea, bajo condiciones menos rígidas de trato directo con otros seres humanos, somos más propensos a la condescendencia y a la flexibilidad, porque somos personas que aceptan de buena gana lo que alguien de entrada viene a decirnos.
En principio, todos queremos creer en la persona a la que acabamos de conocer, no tenemos por qué descartarla ni desaprobarla así de buenas a primeras, eso sería reactivo de nuestra parte, incluso hasta de mala educación si manifestamos públicamente nuestra reticencia.
Pero, siendo sensatos, por mucho que creamos en alguien a primera instancia, aquí puede venir el Mesías, el Santo Papa, o el recientemente laureado Premio Nobel de Física a decirte que ¡no pasa nada! si te avientas de un acantilado desde mil quinientos metros solo con el traje ese de las alas de plástico, que tú no lo vas a hacer.
No estoy diciendo nada nuevo al afirmar que creer a ciegas en lo que otro nos afirme es altamente peligroso para nuestra integridad a todos los niveles, pero, lo que quiero dar a entender es que las peores mentiras no son las que otros nos dicen acerca de sí mismos y creemos sin dudarlas,
las más graves patrañas son las que nos decimos a nosotros mismos para justificar nuestra falta de regularidad,
o el auto-engaño que nos hacemos para evitar dificultades ineludibles en el trabajo,
o en los estudios que debemos superar.
Nos mentimos para no tener que esforzarnos en nuestros tiempos libres, para no creernos que podemos lograr lo que sea, evitando los argumentos que nos señalan que los objetivos que tanto anhelamos requieren de un esfuerzo que no estamos convencidos de asumir.
Entre las más comunes mentiras que nos decimos a nosotros mismos y que además nos creemos están las siguientes:
Yo no puedo emprender;
eso es para quienes tienen recursos financieros, o socios capitalistas, o contactos a buen nivel;
los emprendedores tienen un talento innato que los hace superiores a nosotros.
En Youtube solo triunfan una millonésima minoría, entonces no tiene sentido intentarlo.
Los blogs nadie los lee; luego ¿por qué iban a leer el mío?
Publicar un libro a nadie convierte en otra persona y a nadie ha hecho rico, mucho menos si no se vende.
Para trabajar en ‘Equis Empresa’ debo ser bien visto por el director general, y como no lo conozco ¿para qué lo molesto enviándole mi currículum por correo?
No creo que sirva de nada pedir un aumento de sueldo, a nadie se lo dan.
Los CEO’s han alcanzado su alto puesto porque son superdotados, infrahumanos, unos fuera de serie, trabajan y ejecutan como genios.
En este sentido, en lo particular me gustaría que «idealmente» todos pudiesen convivir de cerca con un CEO al menos durante un par de semanas; siií,,, allí directamente siguiéndolo día a día en su trabajo.
Pero me refiero a un CEO de los de verdad, no de los que solo tienen dos asistentes remotos, o tres empleados.
Creo que con una de estas experiencias todos se darían cuenta de que éstos personajes son totalmente terrenales. Allí notarían que los CEO’s tienen errores igual que los demás, y que no cuentan ni con facultades extraordinarias para tomar decisiones ni imparten justicia mejor que Salomón.
Además, los CEO’s se equivocan como tú o como yo, y sus errores llegan a impactar negativamente las carteras de los accionistas, o sea de sus jefes, y en la mayoría de las ocasiones ocupan su posición por causas totalmente fortuitas, más que por méritos que hayan sido ampliamente probados durante varios años, empezando porque algunos no pasaron por la Universidad; creo que no lo digo por envidia.
En general casi todos nos inclinamos a construir y mantener mentiras personales que nos detienen de avanzar, que nos afectan para reaccionar y cambiar de formato negativo a positivo para mejorar nuestra situación, cualquiera que sea.
En relación a todo esto, incluso a las mentiras que nos creemos, te comparto una interesante reflexión acerca del auto-engaño que todos nos hacemos, el cual proviene del más reconocido experto del marketing digital, Seth Godin, quien afirma que:
LA PRIMERA MENTIRA es que vas a necesitar mucho más talento que ese con el cual naciste.
LA SEGUNDA MENTIRA es que las personas que lideran la nueva economía de presentar y conectar a unos y otros profesionales, llegaron allí porque tienen algo que tú no tienes.
LA TERCERA MENTIRA es que tienes que ser elegido.
LA CUARTA MENTIRA es que no tenemos miedo…
…Por supuesto que todos tenemos miedo.
Miedo de liderar, miedo de armar un alboroto con nuestras ideas, miedo de convocar gente. Miedo de ser vulnerable, de ser llamado, de ser visto como un fraude.
La economía de conexión no se basa en estructuras de acero, ni en rieles, ni en edificios, se basa en la confianza, en la esperanza y en la pasión.
El futuro pertenece a aquellos que se preocupan y también a aquellos que creen.
“Quien dice una mentira no se da cuenta de la gran tarea que emprende, porque se ve en la obligación de tener que inventar otras veinte más para mantener la primera”.
-Alexander Pope (1688-1744) | Poeta inglés