En esta inusitada ocasión les voy a compartir una pequeña anécdota personal, y utilizo la palabra “inusitada” -o “insólita”- en el sentido de que en este programa no suelo hablar de mi mismo a nivel personal.
Si que es cierto que cuento algunas anécdotas en las que he sido testigo o participante secundario de eventos del mundo ejecutivo y emprendedor, pero siempre las comparto en tercera persona.
Generalmente hablo de aquellos y aquellas ejecutivas que considero tienen alguna característica digna de ser contada, en su caso comparto la historia o los principios del éxito de algún personaje reconocido, o desarrollo la anécdota de determinado evento interesante en el que me haya o no tocado participar, pero solo como espectador, o periodista, y desde luego como narrador.
El Poder de un Comentario Generoso
Aunque todo esto parezca como que no viene al caso, lo aclaro porque algunos lectores, escuchantes y amigos de este programa se han dado cuenta, porque me lo han dicho, «que casi no propongo contenidos en los que centre al personaje principal en mi propia persona».
Y, aclaro que lo desarrollo de esta forma porque desde mi punto de vista considero que ese tipo de narrativa es de mal gusto; sería como impartir un desagradable y egocentrista discurso que acabaría con la atención del escuchante;
y lo digo así basado en la realidad de hoy en día, porque prácticamente nadie está dispuesto a escuchar el monólogo/paliza de quien solo hable de sí mismo, quien además se pondere como ejemplar o digno de algún reconocimiento por contar sus propias aventuras y vivencias singulares, este sería un estilo que vulgarizaría este programa.
No he hablado en primera persona, al menos no el de las últimas 100 emisiones
En esta ocasión, para desarrollar este contenido, no puedo disfrazar en tercera persona los sustanciales efectos del crucial comentario que me dejó una ex-compañera de escuela el cual tuvo consecuencias muy positivas en mi persona a lo largo de toda mi vida, tanto que se lo agradezco profundamente.
Más que nada, lo que quiero es compartirte algunas reflexiones al respecto
Al igual que cualquier persona, a lo largo de mi digamos “desarrollo vital”, he tenido altibajos tanto en mi vida personal como en la profesional, y como todos y todas he experimentado momentos de dudas cuando he atravesado disyuntivas, o cuando he querido realizar cambios radicales.
En esas diarias andanzas me he enfrentado a situaciones y personas complejas que me han puesto a dudar tanto de mis objetivos como de mis capacidades, y al enfrentarme principalmente NO a los otros, sino a mis propias dudas acerca de mi persona, de mis cualidades, de mi potencial y carácter, siempre he recurrido a recordar esa frase que una ex-compañera de bachillerato me dijo en algún momento de la adolescencia.
Por discreción omitiré el nombre de aquella hoy entrañable compañera, quien no era exactamente lo que se puede decir como una Amiga cercana, pero tampoco había tanta distancia entre ambos como para no haber tenido un par de conversaciones breves.
El caso es que en una ocasión, me encontraba un tanto preocupado por mi rendimiento escolar, no puedo recordar exactamente qué le inspiró a hacerme ese breve pero contundente comentario, quizá notaría mi semblante desencajado, porque no recuerdo haber hecho ninguna auto-valoración negativa, no lo suelo hacer pero me dijo algo así como:
“No sé qué te preocupa si vas muy bien. Tú vas a lograr muchas cosas en la vida. Te veo feliz con una increíble pareja y un gran trabajo”, y el comentario lo firmó con una sonrisa.
Aclaro que ese comentario no fue exactamente así, perdón pero omito describirlo al detalle porque sonaría un tanto presuntuoso, y hasta parecería como que me lo he inventado; pero he considerado que los detalles exactos de ese mensaje no son tan importantes de revelar como el impacto que generó en mi conciencia, y también en mi espíritu combativo, en ese que le da confianza a uno para seguir adelante.
Ese comentario ha resonado muy seguido y sigue resonando en mi cabeza, especialmente cuando he atravesado por momentos complicados.
Cuando me ha sobrevenido la desconfianza, cuando me he sentido cabizbajo, desmotivado y con la pila baja he recurrido a repasar en mi cabeza esa mini-arenga para recuperar la confianza.
Entre otras cosas, el comentario ha tenido gran calado en mi consciente debido a la alta categoría en que la tengo ubicada a esa ex-compañera de escuela, porque siempre la he considerado como una persona muy especial en todos los sentidos, era y seguramente sigue siendo una chica con una luz muy especial en el rostro que le da un halo de belleza difícil de expresar con sencillos calificativos.
El hecho es que su comentario me ha acompañado en las buenas y en las malas situaciones,
en las malas para recordarme las cosas que puedo ser capaz de lograr y las que podría alcanzar si imprimiese el esfuerzo necesario (tanto en mis relaciones personales como profesionales);
y en las buenas para llenarme de orgullo por haber recibido tan generosa y poderosa opinión acerca de mi persona, y especialmente viniendo de ella.
Confieso que me costó trabajo decidirme a compartir el contenido de esta emisión,
porque no quería convertirlo en un acto de exhibicionismo en el que me centrara en presumir el espléndido concepto en el que me tenía una chica formidable; no, no, no, esa no es la idea, eso demeritaría todo el trabajo del artículo y el mismo podcast.
La idea principal del contenido de esta emisión es resaltar la importancia que tiene el hecho de poder dirigirle un comentario generoso y empático a una persona con necesidad de retroalimentación,
y ese hecho tiene mayor relieve cuando el comentario proviene de una persona no tan cercana como un familiar, o como una pareja o un buen amigo, y cuya principal intención sea la de levantar el ánimo y apuntalar la autoestima de quien lo necesite.
El poder de un comentario desinteresado, generoso y objetivo no tiene parangón.
Un comentario bondadoso no tiene comparación, por ejemplo, con el proveniente de una Madre, un Padre o la propia pareja sentimental, y no estoy demeritando los comentarios de estas personas, que también son importantes, pero esas opiniones, a diferencia del otro, vienen naturalmente cargadas de un cariño que las convierte en subjetivas.
Está bien recibir buenos y dignificantes comentarios de nuestras personas queridas, pero aquellos que provienen de gente no tan cercana o incluso de desconocidos pueden provocar con toda seguridad una explosión de euforia interna que llena a tope el alma de quien recibe el comentario, y por allí también alimentan el Ego, uno que mal gestionado podría acarrear problemas, como despertar al Narciso que todos llevamos dentro, y/o creernos más de lo que realmente somos.
Los psicólogos conocen bien los refuerzos necesarios de la autoestima que todos necesitamos recibir en nuestras edades más tempranas.
Démonos cuenta qué buenos y grandes resultados produce un comentario empático y generoso a lo largo de toda su vida en niños y niñas que escucharon de sus padres y maestros proclamas como:
¡Tú eres inteligente!
Claro que tú puedes con esto y más,
Esta calificación está muy mal para ser usted,
A otro se le podría perdonar este resultado, pero a usted que cuenta con varios recursos a su favor esto es inaceptable,
Si no aprovechas esa habilidad especial que tienes, ¡Sería un desperdicio!,
Tú puedes ser elegido para tal equipo, solo es cuestión de que te decidas; tienes las facultades; no te las guardes…
Las arengas o discursos en tono solemne y elevado que se pronuncian para entusiasmar o levantar los ánimos de las personas, especialmente los de carácter militar o político, pueden tener resultados decisivos en el devenir de una persona, de un equipo, o de un colectivo.
El que es probablemente el estratega militar más reconocido a la fecha, Napoleón Bonaparte (1769-1821), además de ser un gran general y emperador, era un prolífico orador que levantaba el ánimo de sus tropas con enardecidas arengas.
En base a esta idea, por allí realicé la emisión TMP-598 «Llamada a la Acción al estilo Napoleón Bonaparte», por si a alguno le interesa leerla o escucharla.
Cómo puede incidir positivamente un Comentario Generoso
Es posible que tú no hayas recibido algún comentario motivador para ponerte en acción para alguna cosa, quizá no te ha tocado recibir un bondadoso y reconfortante comentario como el que otros si hemos recibido, esa es una cosa que no puedes planear, programar, prever ni solicitar, eso no depende de ti.
Pero, lo que si puedes lograr con toda certeza es levantar el ánimo de esa persona que conoces y que sabes que está atravesando por una situación difícil.
Tú puedes cambiar la vida de ese joven que ves un poco desorientado solo con dirigirle unas palabras generosas que seguramente le mejorarán la autoestima, haciéndole ver que puede lograr más de lo que él o ella no ha descubierto aún.
Es posible que esa compañera o esa colega tuya no se sienta segura de encontrar el trabajo de sus sueños, o que un amigo tuyo tenga inseguridades a la hora de interactuar con esa persona especial que le interesa tanto como para entablar una relación formal, tanto de amistad como de amor, pero tú puedes dotarle de gran impulso para actuar solo con regalarle un comentario generoso.
Una pequeña y dadivosa observación acerca de las cualidades o virtudes que tu has descubierto en una persona pueden calar tanto en su espíritu que le provoquen tener una visión de su propio papel en el mundo diametralmente diferente a la que tenía,
una visión que lo impulse o la impulse a ser mejor, a cambiar para bien, o a dar más y a crecer hacia los límites que solo él o ella se imponga, no los que alguien más le dicte o le ordene.
Tú solo tienes que ser el mínimo elemento impulsor de una persona que nunca olvidará lo que puede hacerlo trascender tu generoso comentario.
“El sentido de la vida es encontrar tu don. El propósito de la vida es regalarlo”.
-Pablo Picasso