- Una reflexión para disfrutar hasta del trabajo. Cuento una historia que nos ayuda a valorar el trabajo que entregamos y por el cual no obtenemos reconocimiento alguno.
- En esta emisión quiero compartirles un interesante cuento, lo obtuve del magnífico libro “La Ecología Emocional” de los autores María Mercè Conangla y Jaume Soler.
- Cuenta la historia que había un hombre que peregrinaba por todo el mundo, poniendo mucha atención en todo aquello que veía e iba descubriendo a su paso por cada región. Un día, llegó a un pueblo muy especial. Antes de entrar, descubrió una vereda que le llamó mucho la atención por el hecho de que estaba tapizada de un verde maravilloso, cubierto de árboles y coloridas flores. Tomó aquel camino y llegó hasta una valla o reja como de madera con una puerta de bronce entreabierta, la que lo invitaba como a entrar.Este hombre, traspasó el Portal y empezó a andar lentamente entre unas piedras blancas que estaban distribuidas como al azar entre los árboles, descubriendo que tenían inscripciones. Se agachó para ver una inscripción y leyó: Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 6 días. El peregrino se dio cuenta de que estaba en el cementerio del pueblo. Se impresionó al darse cuenta que no eran simples piedras, sino lápidas. Este hombre sintió pena por ese niño muerto tan joven y con curiosidad fue leyendo varias lápidas a su alrededor; acercándose a la siguiente piedra pudo leer que decía: Kalib, vivió 5 años, 8 meses, 3 semanas y 3 días.Al seguir leyendo, se dio cuenta de que todas las piedras tenían inscripciones similares, un nombre y un tiempo de vida exacto por cada persona enterrada, pero lo que lo conmocionó aún más fue descubrir que en ese maravilloso paraje solo estaban enterrados niños, y se estremeció al ver que la persona enterrada que había vivido más tiempo solo tenía once años y pico.
Terriblemente triste y abatido, se sentó frente a la puerta del lugar a pensar y reflexionar sobre ¡qué extraña desgracia podía haber sido la causa de la muerte de tantos niños!. Entonces, un viejo que venía caminando por aquella senda se dirigió hacia él y al verlo abatido le preguntó qué le pasaba, y si lo podía ayudar.
El peregrino le cuestionó: ¿Qué ha pasado en este pueblo?, ¿qué terrible catástrofe habrá sucedido?, ¿porqué hay tantos niños enterrados en este lugar?. ¿Cuál es la terrible maldición que habéis sufrido en esta Ciudad que ha obligado a construir un cementerio para menores?
El anciano al escuchar esto, sonrió y le dijo: Puede usted serenarse, no hay tal maldición. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Déjeme contarle: Cuando un joven alcanza la edad quince años, sus padres le regalan una libreta, como esta que yo llevo aquí, es parte de nuestra cultura y tradición local. A partir de esta edad, de los quince años, cada vez que gozamos intensamente de una cosa, o vivimos un momento único y especial, sentimos amor, paz o felicidad, anotamos esta vivencia en la libreta y cuánto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella?, ¿cuánto tiempo duró esa pasión y sobre todo el placer de conocerla?, ¿una semana, dos meses, tres años?, ¿cuánto duró su primer beso y cuánto tiempo después sigue recordándolo con gusto?. ¿Cuántos éxitos ha disfrutado aunque no le hayan sido remunerados económicamente?, ¿cuántas veces disfrutó por el trabajo bien hecho que entregó a pesar de no haber sido reconocido?, ¿cómo se sintió cuando sus hijos hablaron por primera vez y se dirigieron a usted por su nombre?, ¿cuánto disfrutó cuando le dijeron que lo valoraban por apoyar y ayudar desinteresadamente a los demás?. ¿Cuánto tiempo disfruta cuando escucha que le dicen “Gracias por todo”?. ¿Cuánto gozó cuando se casó?, ¿cuántas veces disfruta cuando se levanta y está animado para enfrentar el día por delante?, a pesar de que pinte difícil.
¿Cuánto duró el disfrute de todos estos eventos?, ¿Segundos, Minutos, Horas, Días, Semanas?
Así es como vamos anotando en la libreta cada momento de felicidad y disfrute, y cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar todo el tiempo registrado que haya disfrutado, con plenitud de sentido y conciencia para escribirlo sobre la lápida. Este, Amigo mío, es para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
- Cita del publicista y autor norteamericano William Feather.
- Entrada y salida musical del compositor Kevin MacLeod de Incompetech.com
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