¿Qué admiramos en los demás?
¡Que levante la mano quien admire algo de uno de sus compañeros!
En esta entrada del blog y podcast de emprendimiento voy a contarles una historia de la vida común.
Este es un profesor de secundaria, titular (o tutor) de un grupo típico del tercer grado. Se encontraba lidiando con sus alumnos los clásicos desórdenes en clase, bajo rendimiento académico y mal comportamiento.
El profesor notaba que entre sus alumnos había varias diferencias, entre otras de género, de estatus social (había alumnos que procedían de familias con más o menos dinero y esto lo resentían unos y otros), también había disparidad en cuanto al rendimiento académico (lo normal, algunos sacaban mejores calificaciones que otros), también se enfrentaba con segregación de grupos:
había un grupo de los llamados populares, los estudiosos o ‘nerds’, los subversivos, los de buen comportamiento, los desobligados (que se brincan las clases), etcétera.
Entre otros problemas este profesor también enfrentaba
algún caso de acoso, el llamado ‘bullying‘, y también había intervenido para evitar algunos conflictos que se estaban escalando hasta el nivel en que los padres también se presentaban ante él para reclamarle su actuación, muchos en un estado de tensión poco propicio para la buena convivencia entre maestro y padres.
A nivel personal, nada de lo anterior me parece fuera de lo común.
Veo que la forma en que hoy se comportan los adolescentes casi no difiere de la forma en que nosotros mismos nos comportábamos hace años, cuando éramos estudiantes, ni incluso de la forma en que muchos profesionales se conducen hoy en el ejercicio de sus funciones.
Entonces, después de pensarlo bien, este profesor se presentó ante su grupo para proponerles una clase diferente. Les dijo:
-«Hoy tendremos una sesión diferente, y necesito que presten mucha atención; contesten a lo que les voy a ir preguntando».
Utilizando un proyector, empezó mostrándoles una imagen del futbolista portugués Cristiano Ronaldo. Les dijo:
-«Ya saben quién es ¿no?, bueno, seguro que admirarán algo de éste personaje público, así que piensen una cosa que aprecien mucho de él y alcen la mano para comentarla».
¿Quién puede considerarse personaje público?
Casi todos levantaron la mano. Y el profesor fue haciéndolos participar con sus opiniones, uno por uno:
-«Admiro su gran habilidad para jugar.
Me sorprende su buena condición física.
No deja de asombrarme cómo lucha en la cancha por todos los balones.
Admiro que tiene mucho dinero.
Deslumbra con tantas novias guapas, etcétera».
Luego continuó con otra imagen, la de la cantante Ariana Grande. Y les pidió lo mismo. Casi todos alzaron la mano, los comentarios también fueron muchos y variados:
-«Admiro sus canciones.
Me encanta su privilegiada voz.
Admiro que es una compositora que me llega con sus letras.
Me maravillo su concierto benéfico para recaudar fondos para las víctimas del ataque terrorista de uno de sus propios conciertos, el de Manchester.
Me fascino la forma en que recibió un solo Grammy cuando realmente se merecía muchos más».
Luego, les proyectó la imagen de Bill Gates, el fundador y accionista mayoritario de Microsoft. Y el planteamiento era el mismo, las chicas y los chicos fueron comentando lo que admiraban de él (para ver qué admiramos en los demás):
-«Admiro que se hizo millonario muy joven, al poco tiempo de haber abandonado la universidad.
Me impresiona por que ha salido en la portada de muchas revistas, como la del Forbes.
Admiro que a pesar de ser un billonario es una persona sencilla.
Me parece que es muy inteligente.
Admiro que tiene una fundación para ayudar a los necesitados, en fin».
Continuo diciéndoles:
-«Ya no les voy a proyectar ninguna imagen, ahora, solo piensen en uno de sus compañeros, uno que esté en este mismo salón, pero que no sea ni su mejor amigo, ni tampoco lo contrario, que no sea alguien que les caiga mal o con quien hayan tenido alguna diferencia, la que sea;
piensen en una persona con quien nunca conviven, alguien con quien se relacionan muy poco, pero saben quién es, porque aquí todos nos conocemos».
Luego, piensen en algo que admiran de él o de ella, algo que aprecien en lo personal; que no sea posesión material, que no tenga que ver con el dinero, y levanten la mano para decirnos qué admiran de él o de ella.
Para asombro de todos, casi nadie alzó la mano.
Entre risas y nervios, todos se volteaban a ver unos a otros, pero casi nadie quiso levantar la mano, solo un chico y una chica levantaron tímidamente la mano, y el profesor les dijo:
-Vamos a ver, si quieren pueden decirnos el nombre de la persona, o si lo prefieren no lo mencionen, pero dígannos qué admiran de ese compañero.
La chica comentó:
-«Yo admiro a Mariana, porque nunca se mete en problemas, siempre sabe comportarse y no se lleva mal con nadie.
Luego, el otro chico dijo:
-«Yo admiro a Roberto porque veo que se le facilitan las matemáticas».
Lo que se aprecia en este ejercicio que plantea este profesor es que
desde jóvenes nos negamos a admirar las cualidades de nuestros compañeros, de aquellos con quienes convivimos en el día a día, y no solo en la escuela, también fuera de ésta.
Y lo malo no es que carezcamos de capacidad para apreciar y admirar a nuestros compañeros en la secundaria, o en la universidad (igual no sabemos qué admiramos en los demás),
lo malo es que continuemos con ese criterio a lo largo de nuestra vida adulta y profesional.
Este profesor conocía por experiencia propia que todos sus alumnos sabían perfectamente lo que admiraban en sus demás compañeros, solo que no se atrevían a aceptarlo públicamente, y
esto en general se debe a que nuestros complejos nos retienen de expresar que admiramos a otro, porque esto equivaldría a admitir que uno es inferior a la persona que se admira.
Otra entrada que te puede interesar: Cómo detectar el complejo de inferioridad
Es fácil admitirse en inferioridad comparándose con un personaje público, como los que el profesor les proyectó; pero nos cuesta más admitirnos en inferioridad contra alguien a quien considerábamos o seguimos considerando de menor categoría.
Por supuesto que estos alumnos admiran a sus compañeros, claro que admiramos en los demás algunas cosas,
todos se dan cuenta perfectamente quién tiene mejores calificaciones, quien juega mejor voleibal o futbol, quién corre más rápido, quién toca bien la guitarra, quién habla otro idioma con soltura, quién es la más guapa o el más galán, o quién tiene más éxito para ligar.
Lo peor de esto es que con el paso del tiempo, los seres humanos nos negamos a admitir el logro de los demás porque es casi como admitir que uno no ha podido lograr lo mismo.
No nos sorprende el éxito del otro.
Lo que realmente nos sorprende más es que nosotros mismos no hayamos sido exitosos en eso donde el otro sí lo es, porque los tenemos o los teníamos conceptualmente en un nivel inferior (no queremos admitir que admiramos en los demás eso de lo que carecemos).
Tenemos en tan poca consideración por otros, que no nos damos cuenta de que en muchos sentidos unos van a superar a los otros, y a nosotros, y eso está bien,
no todos vamos a acabar desarrollando las mismas habilidades,
ni tenemos las mismas facultades para ser buenos en todo;
cada uno a su modo irá progresando en su oficio, en su carrera, con su carisma, e irá marcando la diferencia en ese sentido (esto es la marca personal que admiramos en los demás).
El profesor continuó informándoles:
-«El hecho de que no admitan lo buenos que son sus compañeros para muchas cosas, para los deportes, para los estudios, para las artes, para las relaciones personales, para ser responsables y saber cumplir con sus obligaciones, no quiere decir que éstos no vayan a triunfar, o que ustedes mismos vayan a ser mejores qué ellos o ellas».
Todos ustedes van a ser superados por unos y otros en varios aspectos, y en diferentes categorías, y eso no lo van a poder negar.
Alguna de ustedes muy probablemente llegará a ocupar un puesto de importancia en una gran empresa, quizá llegue a ser la CEO , y muchos le acabarán solicitando empleo.
Otro quizá será un prolífico empresario,
alguna probablemente se hará famosa en Youtube o en la televisión,
alguien puede que funde una organización para ayudar a los desamparados o a los que padecen alguna enfermedad rara.
No descarten a ninguno ni a ninguna. No ridiculicen a alguien por que lo consideren tonto solo por su timidez.
Se van a sorprender cuando sepan que ese compañero se acabó casando con la chica que más les guste a todos, o de la que hayan estado enamorados, ¡esto puede suceder!.
En un futuro, seguramente alguno de los aquí presentes te brindará su apoyo cuando le pidas ayuda, otro seguramente no querrá contestarte el teléfono cuando le hables a su oficina,
pero eso dependerá de cómo se lleven hoy, de cómo sea su convivencia.
Tratemos bien a nuestros compañeros, porque el día de mañana solo nos vamos a acordar de cómo nos hicieron sentir y de lo que admirábamos en ellos;
seguro recordaremos si éstos eran responsables, confiables, leales, ya que no me traicionaban, me ayudaban, me apoyaban,
o al contrario, se sumaban a las burlas que todos me hacían, se reían de mí, o jamás tuvieron un gesto de generosidad hacia mí como yo si lo tuve con éstos; siempre les pasaba mis tareas, les explicaba lo que no entendían, les prestaba lápices y hojas, y ellos no me valoraban, entre otras cosas.
Eso que admiramos en los demás y no se los decimos, o eso que otros nos admiran, hoy se denomina Marca Personal.
Y aunque hoy pienses que tu compañero no tiene nada admirable,
eso no quiere decir que con el paso del tiempo ese compañero no vaya a desarrollar una habilidad que lo destaque, algo que le haga brillar por encima de muchos, y eso también se llama marca personal.
No descartes a nadie ni lo menosprecies porque te sorprenderías de saber lo que alguien con empuje puede llegar a lograr, y seguramente mucho más que tú».
Me doy cuenta que con el paso del tiempo nos sigue costando trabajo reconocer y admirar a nuestros propios compañeros de trabajo, a nuestros colegas de gremio, y en eso muy pocos cambian su criterio, y los que lo hacen mejoran su imagen y marca personal.
“Cuando la gente me pregunta que Qué veo en ti, solo sonrío y miro hacia otro lado, porque me da miedo que si lo saben también se enamoren de ti. -Anónimo