Competir con los mejores eleva el rendimiento
Estoy seguro que muchos de nosotros nos hemos desempeñado en equipos o grupos de trabajo de alta exigencia. Trabajar en una empresa y dentro de un área o departamento que al parecer nos impone un alto rendimiento es una muy buena experiencia, pero fatigante en muchos sentidos, lo cual requiere de una preparación física y mental apropiada para sobrellevar las presiones del trabajo.
Ya sea en nuestro gremio o en nuestra industria,
creo que todos aspiramos razonablemente a pertenecer al «mejor equipo de trabajo»,
o al grupo de colaboradores más eficiente, o al equipo de fútbol más laureado del mundo, o a la empresa más reluciente del país.
Esta ambición es ideal y respetable,
pero el hecho de tener la oportunidad de formar parte de una de estos equipos de trabajo exige no solo una serie de características y habilidades personales para poder destacar, sino hasta un mínimo de criterio para comprender que si no se está a la altura de los compañeros, esto no debería afectarnos en el aspecto anímico, al contrario.
En esta entrada, te voy a proponer unas reflexiones
para valorar el hecho de pertenecer a un equipo muy demandante en la obtención de resultados, en especial cuando uno no está precisamente entre los más destacados,
o en su caso, si perteneces a un equipo donde solo a ti se te exige un alto rendimiento y a los demás no tanto, o casi nada, ¿cómo podrías valorar o aprovechar ese momento?
Te expongo lo anterior porque en muchos casos, ser el ´Top performer’ de un equipo no obliga a los demás compañeros a que lo admitan, ni tampoco a que ganes más dinero que los demás.
En muchas ocasiones el ‘Top performer’ es el o la persona más olvidada a la hora de los reconocimientos; y en ese caso hay que saber tomar con filosofía el hecho de estar en un panorama tan hostil, tan desfavorable, en el caso de que esa sea tu situación.
Se presentan muchos malentendidos al momento de sentirse superado
o de querer vencer a los compañeros a la hora de aceptar esa «rivalidad» que éstos representan.
Un equívoco de lo más común es tomar a tu compañero de trabajo, sea tu colega lineal o incluso tu Jefe como la persona a quien tienes que superar.
Sabemos que la competencia entre similares es lo más normal en cualquier medio, ya sea en una coordinación de exportaciones, en un departamento de ventas, en la dirección de Jurídico, o en un club de futbol, en fin.
Yo por ejemplo recuerdo que hace varios años, entendía equivocadamente que debía dar mejores resultados que mis compañeros, a quiees veía como mi competencia, y ellos a su vez me trataban como si fuese un contrincante.
La primera y desacertada idea que a uno le llega a la cabeza para no tener que lidiar con rivales, que en su mayoría son compañeros lineales, es la de querer ascender;
¡Claro! debo subir de puesto para no tener competencia directa,
esta premisa es totalmente errónea, porque el hecho de subir de nivel no implica que no vaya a tener competencia, al contrario.
Mientras mayor es el nivel jerárquico, mayor el nivel de exigencia en la obtención de resultados, y también mayor nivel de competencia y competitividad,
porque casi todos aspiran y luchan por conquistar los más altos puestos, y esto lo vemos como un comportamiento natural hasta entre la fauna.
Una historia de competir con los mejores deportivamente
Durante los años ochentas, el ex atleta polaco Jerzy Hausleber (1930-2014), entonces entrenador de los maratonistas de marcha mexicanos, los preparaba a conciencia y además los impulsaba para ser muy exitosos en ese deporte, tanto que en esos años sus atletas eran de los más reconocidos en marcha a nivel mundial.
Jerzy Hausleber no solo contaba con buenas técnicas de entrenamiento, además tenía una gran perspectiva del trabajo en equipo.
A pesar de que la marcha es un deporte individual, Jerzy solo concebía el progreso del atleta a partir de trabajar en equipo.
Este visionario polaco no solo entrenaba a mexicanos como Ernesto Canto o Raúl González, además tenía a un italiano en su equipo Maurizio Damilano, hecho insólito y novedoso en esa época.
Al margen de las nacionalidades, el polaco entrenaba al italiano junto a los mexicanos. Juntos se desplazaban como equipo a las zonas altas en las afueras de la ciudad de México, y también viajaban juntos para ejercitarse en algunos pueblos de gran altura hasta Bolivia.
Competir con los mejores en la Olimpiada de Los Ángeles 1984
Durante los juegos olímpicos de 1984, en Los Ángeles California, en la prueba de marcha de 20 kilómetros, el italiano y los mexicanos fueron los primeros en entrar al estadio olímpico, y se repartieron las tres medallas de esa competencia.
Para Jerzy Hausleber no ganaron dos mexicanos y un italiano entrenados por un polaco. Tanto para el entrenador como para los tres medallistas solo ganó UN equipo; triunfó la estrategia de conjunto, una previamente estudiada.
Maurizio Damilano competía junto a Ernesto Canto y Raúl González.
Maurizio Damilano competía «JUNTO» a ellos, «NO CONTRA» ellos.
Además de rivales deportivos también eran amigos, con la única diferencia de que a la hora de la justa olímpica cada uno de ellos vestía de un color diferente.
Recuerdo que en algunas entrevistas declararon que:
-La única forma de alcanzar la excelencia individual era entrenando y compitiendo juntos, porque entre ellos subían su nivel.
Piensa que tu mayo rival, de hecho, se puede convertir en tu mejor aliado, ¿Por qué no?
Esta visión de conjunto debe apreciarse como una forma de mejora para todos, para alcanzar las metas comunes.
Ya seas atleta, profesionista o empresario, si quieres subir tu nivel de rendimiento o llegar a ser el mejor tienes que practicar, entrenarte y competir con los mejores, eso significa que normalmente tus competidores directos son los que te van a empujar más duro, y los que tienen el impulso, el conocimiento y la experiencia para que tus habilidades progresen rápido y hacia arriba.
Hoy en día se dice mucho por allí que si trabajas en una empresa de producción, o en una compañía de mercadotecnia, o estudias en una escuela de cierto prestigio, en todos los casos,
los compañeros deben verse como eso, como colegas que deben complementarse para enfrentar el alto nivel de competitividad de su medio (que es aún más grande que ellos en su conjunto);
tal como un equipo de futbol, éste no funcionaría si entre todos compiten entre sí, o si juegan con individualismos, los miembros del equipo saben que tienen que juntarse para superar a los rivales que les imponen un alto nivel de exigencia.
En el caso de jugar en equipos diferentes,
como Cristiano Ronaldo en el Real Madrid, y Leonel Messi en el Barca,
allí estos dos cracks suben además el nivel de sus compañeros de equipo, porque todos querían o quieren estar a su altura, y de ser posible intentarán mejorarlos; los cracks marcan los límites que todos deben alcanzar.
¿Qué es o qué se espera de un Crack?
Obviamente hay circunstancias en que si no apoyas a los de tu equipo todos perderán,
y aunque no pertenezcan exactamente al mismo equipo, es mejor verse como un conjunto en el que todos ganan si colaboran, aunque no sean miembros del mismo grupo, o compatriotas, o estudiantes de la misma universidad.
En el caso particular de Cristiano Ronaldo es que al irse a Italia, a la Juventus, no solo bajó el nivel de sus ex-compañeros de equipo en el Real Madrid, también bajó en general el nivel de ‘La liga’ española,
al grado que hasta los expertos en fútbol y fans de su archirrival, el Barça admitían que necesitaban a Cristiano alineado en el equipo del Madrid, porque sin éste baja el nivel de toda la liga, incluído el Barcelona. Para subir el nivel hay que competir con los mejores.
50 Frases de éxito de Cristiano Ronaldo
Y dicho y hecho,
a pesar de que el Barcelona F.C. gana partidos, y obviamente tiene un equipo todavía muy potente con su propio jugador emblemático,
se nota que la rivalidad tiene más sentido y por supuesto genera más ingresos cuando se enfrentan los dos mejores jugadores del mundo, y también los dos mejores equipos del orbe;
es como decir, estamos nosotros y luego los demás.
Competir con los mejores y/o la competencia es necesaria
La competencia es necesaria, y lo deseable es que a todos les vaya razonablemente bien, y de allí se parte para tratar de ser el número uno.
Pero no tiene mucho sentido ser el número uno cuando no hay competencia a la altura de uno, o cuando no la hay del todo, el competidor es necesario para elevar el nivel de desempeño de cada uno, incluido el mejor de todos, esté en la industria en la que esté.
Ventajas de la competencia en el trabajo
La idea conceptual (de competir con los mejores) es que:
Uno debe ver o entender a los competidores como necesarios, pero a los de otros equipos, o a los de las otras empresas; y a los compañeros de grupo hay que aceptarlos como complementos indispensables para alcanzar una meta común.
No es lo normal entablar relaciones cercanas con otros competidores.
En algún punto es necesario tener un acercamiento con los competidores, y, en el caso de los compañeros de equipo, allí deben romperse esas arcaicas barreras de competitividad interna, como aquellas en las que Yo recuerdo haber estado involucrado hace unos años.
Las rivalidades entre los mismos miembros de grupo nunca dejarán de existir mientras la envidia, la codicia y el ego predominen en nuestro espíritu de convivencia.
Competir con los mejores a veces genera conflictos
Hace poco, el 29 de septiembre de 2019, durante el Gran Premio de Fórmula Uno en Rusia, el piloto alemán Sebastian Vettel no permitió que su compañero de equipo el monegasco Charles Leclerc lo rebasara, cuando esto estaba previamente pactado en la estrategia de todo el equipo.
Durante las calificaciones ambos habían logrado buenas posiciones para el arranque, y todo pintaba de maravilla hasta que Vettel evitó que su compañero le adelantara.
Leclerc alcanzó registros más rápidos en los entrenamientos y calificaciones, y por lo mismo tenía más posibilidades de ganar la carrera.
Pero al final, ¡ni uno ni otro!
Toda la estrategia se vino abajo por causa del engrandecido ego de Sebastian, que con su desobediencia al plan del equipo afectó no solo a su compañero, sino también al equipo de Ferrari, a los directivos, a los dueños y a los aficionados, su avaricia lo dominó y perjudicó a todos, especialmente a su propia marca personal.
Vettel veía o ve Leclerc como su rival directo, cuando en primer término éste es su compañero de escudería, parece que su relación es totalmente nula.
Aunque no es necesario entablar una colaboración cercana con los rivales, esto de llevar una relación estrictamente profesional con los compañeros directos debe ser motivante solo por el hecho de saber que están allí.
El éxito de un rival puede que nos afecta a la mayoría,
pero ese grado de afectación no debe convertirse en un veneno que nos corroa de envidia, debe ser una motivación para superarse a uno mismo y alcanzar el nivel que el otro está imponiendo,
porque así nos demuestra que es posible llegar hasta donde éste lo ha logrado.
Sabemos que cuando competimos contra el que consideramos el mejor, o uno de los mejores, imprimimos un mayor esfuerzo porque todos queremos vencerlo.
Y eso sucede en cualquier equipo de trabajo donde todos son muy buenos en lo que hacen.
En ocasiones participamos en equipos donde vemos que uno tiene menos experiencia, menos habilidades y pocos conocimientos, entonces experimentamos sentimientos de frustración o intimidación al no poder recortar esas diferencias,
Pero, en bajo esas circunstancias, hay que pararse y analizar la oportunidad que se tiene de aprender y absorber conocimiento y experiencia de los mejores, de primera mano; y con el tiempo, es de esperarse que uno empiece a mejorar su desempeño, dado que está trabajando justo en un equipo de alto rendimiento.
No es fácil aceptar y tomar la rivalidad como algo positivo
En grupos de trabajo, en un área o en el departamento de alguna compañía, es difícil aceptar constructivamente la rivalidad interna cuando uno lo vive en carne propia, especialmente cuando por ejemplo «promueven a alguien», o «le dan un premio», y los demás piensan que esto es injusto, ya que quizá bajo sus puntos de vista ellos se lo han merecido más.
Es inevitable que en algún punto trabajemos con gente que simultáneamente es colaborador y competidor, y esta competencia puede ser amistosa y cooperativa, o traicionera y tóxica.
Esta competitividad depende en gran parte de lo que marque la cultura empresarial y también el carácter que imponga el líder.
Pero, independientemente de esto, uno debe tomarlo como un aprendizaje, como una oportunidad de mejorar en lo particular, porque ese conocimiento y desarrollo de habilidades serán de gran utilidad en otro momento, y en otra empresa.
Aunque uno sea injustamente calificado
o escasamente compensado, hay que valorar que estar en un equipo de alta exigencia (sea o no uno el mejor) es una gran escuela que posteriormente puede dar réditos, o resultados destacados.
Liderazgo es producir resultados
Puede que para mi sea fácil decirlo ahora,
hoy que no trabajo directamente para una empresa.
Pero el objetivo principal de colaborar es que el equipo alcance la meta, todos juntos, sin competir los unos contra los otros, aunque la repartición de méritos sea desproporcionada o injusta, a pesar de esto uno siempre tiene que procurar mantener una actitud altamente profesional.
No hay que medirse ni compararse constantemente con los compañeros.
A veces no hay que poner mucha atención en la competitividad que imprimen los rivales, más bien hay que ser regulares con el trabajo personal, que al final el esfuerzo constante supera el talento nato,
y de preferencia sería mejor competir con otros, no contra los otros.
“Si no puedes ganar, haz que quien vaya delante de ti rompa el record”.
Evan Esar (1899-1995).