El Efecto Pigmalión
Hace algunos años, un director general, el CEO de una empresa de logística multimodal, presentó ante todos sus ejecutivos al ingeniero que se encargaría de coordinar y llevar a cabo una de las obras de infraestructura más importante que necesitaba la empresa, para ser entregada en un año a partir de esa fecha.
La obra era de capital importancia para ampliar sus operaciones, y por lo mismo para aumentar la facturación.
El CEO introdujo al ingeniero por su nombre y dijo:
-«Fulano es el mejor ingeniero que podemos tener para cumplir en tiempo y forma con este objetivo,
él con su sobrada experiencia en la ejecución de este tipo de obras es la mejor opción que podemos tener para hacer realidad este reto que tenemos por delante.
Les pido a todos que desde sus puestos, le brinden a Fulano su mejor apoyo y atención, para que dentro de un año logremos aumentar el número de operaciones, respondiendo con eficiencia a las necesidades de nuestros clientes».
¿Qué es un CEO y qué funciones desempeña?
En esta historia, aparentemente, el CEO estaba completamente convencido de las capacidades del ingeniero para llevar a buen término la obra proyectada.
Incluso, se atrevió a afirmar (frente a todos), que ese ingeniero era la mejor opción con la que contaban para terminar a tiempo el esperado proyecto.
Por lo visto en la presentación, el Director General tenía grandes expectativas puestas en ese ingeniero,
y creía totalmente en su capacidad de gestión, no parecía dudar que éste alcanzaría el objetivo.
Independientemente de los conocimientos, habilidades y experiencia del ingeniero, también era muy importante la consideración personal en que se tenía a sí mismo ese ingeniero.
Seguro que este ingeniero pensaba que él NO era el mejor ejecutivo para ejercer el cargo, porque entendía prudentemente que siempre habría alguien mejor que él. Pero allí estaba él, ese era su momento, en el que iba a protagonizar la ejecución del esperado proyecto.
Después de las palabras de su director, Fulano se sintió altamente comprometido por las sobre-dimensionadas palabras de su Jefe, ya que había asegurado ante toda la junta ejecutiva que él (el ingeniero) era la mejor alternativa que tenían.
Y al final,
después de un año, Fulano no lo defraudó, logró coordinar y empujar la consecución de todos los trabajos hasta pocos días antes de la fecha límite.
Ahora, con toda razón se preguntarán:
¿Qué tiene que ver esta historia con el título de esta entrada del blog (el efecto Pigmalión)?
“EL EFECTO PIGMALIÓN”
Pigmalión es una figura legendaria de la cultura de Chipre, aunque acabó convirtiéndose en uno de los mitos más populares correspondientes a la Grecia clásica.
La historia de Pigmalión
Pigmalión era rey de Chipre, y durante mucho tiempo estuvo buscando una mujer ideal para contraer nupcias. Pero, él era muy exigente, y ponía como condición que dicha mujer tenía que ser perfecta.
Al verse desesperado en su fracasada búsqueda, Pigmalión decidió que mejor no se casaría, con nadie, y se dedicó a tallar esculturas, oficio muy popular en su época, el cual logró dominar con maestría, tanto que se esculpió a sí mismo una bellísima estatua de mujer
Esa escultura era una obra tan perfecta que Pigmalión se acabó enamorando de ésta, hasta el punto de ponerle el nombre de Galatea.
Entonces, Pigmalión le rezó en sueños a la diosa Afrodita pidiéndole su intervención, y ésta se apiadó de él dándole vida a Galatea.
Y, al despertar, ¡se encontró con la reina que había estado buscando!.
El Efecto Pigmalión y sus versiones:
Según la enciclopedia libre Wikipedia, el efecto Pigmalión es el mito griego que se refiere a la potencial creencia que tiene una persona acerca de otra, lo cual ejerce una influencia en el rendimiento de esa otra.
El efecto Pigmalión expone como tesis principal que nuestras expectativas acerca de una relación, la que sea, pueden cumplirse en realidad, como una profecía que llega a suceder.
El efecto Pigmalión tiene aplicaciones muy útiles en los ámbitos sociales, laborales, profesionales y sobre todo educativos.
El estudio Rosenthal-Jacobson
Los investigadores de Harvard Leonore Jacobson y Robert Rosenthal comentan en un estudio que realizaron entre estudiantes y profesores:
A) Que si un profesor creía que un alumno estaba bien preparado y era suficientemente listo, este profesor actuaría de una forma determinada para animar e impulsar al alumno para ponerse a la altura de su imagen (de las expectativas que este profesor tenía de su alumno), una (imagen) que le hacía notar con el fin de motivarlo, para que se creyera en realidad lo que decía de él.
B) Y, si por otro lado, el profesor consideraba al alumno incapaz de lograr lo que esperaba de él, o entendía que su preparación sería una gran dificultad, entonces ese alumno no recibiría tanto apoyo, y por lo mismo tampoco alcanzaría sus objetivos con excelencia. Aquí en este caso la profecía también se cumplía.
Según el escritor Josh Kaufman, autor del bestseller MBA Personal,
“los seres humanos tendemos a actuar según las expectativas de los demás.
En términos generales, todas las personas nos comportamos como los demás esperan que lo hagamos”.
En el caso de la historia que les conté al principio, el director general se atrevió a presentar al ingeniero como la mejor opción con que contaba para concluir el proyecto a tiempo.
Este director hizo notar los conocimientos técnicos de ingeniero y destacó su sobrada experiencia, de tal forma que lo comprometía a cumplir con sus expectativas (las del CEO).
Sin embargo, el efecto Pigmalión no tiene mucho sentido ni aplicación positiva si esperamos de los demás unos resultados que no pueden cumplir,
ya sea por su falta de experiencia, carácter, empuje o simplemente si ponemos expectativas muy altas e irreales sobre otros.
A mí, por mucho que un reconocido director de orquesta me presente como ‘la promesa musical de canto de ópera más grande de todos los tiempos’, no logrará que una sola persona respalde su opinión,
porque está poniendo sus expectativas muy altas sobre una persona que carece de esas facultades para cantar.
El efecto Pigmalión presenta estas dos caras de la moneda:
A) Por un lado, poner o tener grandes expectativas acerca de otra persona puede conducirlo a que ésta logre muy buenos resultados,
B) Y por el otro lado, también aumenta las posibilidades de que esa persona decepcione, porque las expectativas en torno a ésta eran irreales, exageradas o imposibles.
En la educación académica el Efecto Pigmalión tiene más aplicación
La mayoría de los padres creemos que nuestros hijos tienen buenas capacidades cognoscitivas e intelectuales como para desempeñarse con excelencia en la escuela, y generalmente se los hacemos notar, y les decimos:
-«Yo por lo que veo en ti, y por lo que te conozco, sé que tienes suficiente inteligencia como para superar cualquier examen.
Y, con el debido estudio y dedicación a tus tareas, estoy seguro que no solo triunfarás en la materia que curses, sino que podrás y deberá alcanzar los mejores resultados, o las mejores calificaciones».
Esta es una especie casi de arenga o discurso solemne en el que ponemos nuestras mejores expectativas en el conocimiento de nuestro hijo o hija, de forma que él o ella también se crean aptos para enfrentar cualquier reto académico que se le presente.
Cuando transmitamos a cualquier subordinado, consultor, empleado, alumno o hijo que valoramos sus habilidades y capacidades como notables, y suficientes para superar cualquier reto, procuremos ser imparciales, de tal forma que valoremos cuantitativa y cualitativamente esas competencias con objetividad.
Un refrán dice:
“No le pidas peras al olmo”
Con ese dicho popular no estoy pretendiendo insultar a quien no es capaz, o quien no está en condiciones de cumplir lo que se espera de éste,
lo que quiero decir es que esperemos cosas realistas de las personas, para no decepcionarnos, y para no cargar a esa persona con un peso que materialmente no es capaz de soportar.
«Espera grandes cosas de los otros y, de manera natural, estos se esforzarán por estar a la altura”.
-Dale Carnegie