El empleado que no hace nada | 766

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El empleado que no hace nada | Historia original de: Gustavo Pérez Ruiz

Una historia más de CEO’s

La siguiente anécdota corresponde a una época en que una crisis económica acechaba la estabilidad de muchísimas empresas, y me pregunto ¿Cuándo no ha sido así?

Desde que tengo uso de memoria la palabra crisis ha sido vox populi. Cuando no nos amenaza una crisis macro-económica aparece una crisis financiera de los mercados bursátiles o se vislumbraba una recesión global, este es el cuento de nunca acabar.

El empleado que no hace nada

Esta historia se desarrolló hace algunos años en una empresa del ramo de la construcción, justo en las oficinas corporativas donde prácticamente todos los empleados trabajaban, o donde por lo menos transitaban una vez por mes.

En esos días los empleados de la empresa, a todos los niveles, estaban muy preocupados porque los rumores de recortes de personal eran cada vez más fuertes.

Aunque todavía no se había implementado ningún despido, cada empleado estaba consciente de que la mayoría de los trabajos estaban por concluirse.

Como muchos ya conocerán, en las etapas finales de las obras, donde las entregas tienen que suceder en las fechas acordadas, los trabajos son intensos y llenos de presión, no quedaba de otra mas que cumplir con profesionalismo y ponerse a esperar.

Todos allí estaban totalmente involucrados en sus funciones.

Desde muy temprano personal iba y venia de aquí para allá, el bullicio de las oficinas casi aturdía. Y, en medio de todo ese corporativo había un empleado que llamaba la atención por su notable pasividad, para efectos de esta narración le llamaremos ‘Ricardo’.

Ricardo era un joven soltero y dinámico ejecutivo de entre 35 y 40 años de edad.

Ostentaba el puesto de Director de Nuevos Proyectos, era quien en se encargaba de representar a la empresa ante clientes y potenciales inversores; también hacía los modelos financieros y proyecciones de la empresa de cara a los próximos años.

Ricardo era un empleado afable, alegre y de muy buen trato. Se notaba demasiado relajado en comparación con el resto de profesionales y similares que convivían en medio de un ambiente de mucha presión.

Ricardo era uno de los ejecutivos de más alta jerarquía, eso se notaba en su forma de vestir, siempre llevaba trajes y corbatas de buena marca.

A diferencia de otros ejecutivos de su propio nivel, contaba con un despacho privado con sala de juntas y baño para uso exclusivo; incluso conducía un coche de empresa de la más alta gama, solo el Director General tenía un mejor coche que él.

A Ricardo se le veía poco por su área, y cuando llegaba al corporativo su presencia era más que evidente porque se presentaba como a las 11:00 de la mañana o incluso más tarde, cada empleado se daba cuenta de eso, lo cual provocaba muchas críticas hacia su persona.

Este Director solía salir a comer temprano, casi siempre con clientes a quienes él invariablemente invitaba a buenos restaurantes con cargo a la tarjeta corporativa que la empresa le proporcionaba.

Muchos días Ricardo no regresaba a su despacho por la tarde, tampoco se le veía trabajando por el corporativo durante los fines de semana.

En escasas ocasiones convocaba a reuniones a algunos directores y gerentes de las áreas de finanzas, operaciones y marketing para tratar asuntos de nivel estrictamente confidencial.

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La actuación de Ricardo así como su forma de desenvolverse causaba envidias entre la mayoría del personal. Se escuchaban muchos comentarios como los siguientes:

«No es posible que nosotros estemos a tope de trabajo y éste empleado haragán solo se dedique a vivir la buena vida a costo de la empresa.

¿Cómo es que mantienen a este señor? No se digna ni a llegar temprano, y al irse se despide con esa gran sonrisa como si ningún empleado se diera cuenta de su actitud.

¡Cómo contratan y sostienen a gente que demuestre tan poca lealtad a la camiseta!

La mayoría necesitamos estos empleos para mantener a nuestras familias, somos trabajadores responsables, cómo se nota que a un empleado soltero no le preocupa perder su empleo.

El puesto de ese empleado es un lastre para las finanzas de la compañía.

Y ahora que se nos terminan las obras seguramente empezarán por despedirnos a todos. Lo cómico es que Ricardo será el último en irse al ‘paro’, y con el dinero que lo liquidarán seguramente alcanzaría para sostener/mantener en el puesto a varios de nosotros durante 3 meses.

¡Qué injusta es la vida a veces!

¿Qué suerte tienen los que no se bañan!

Él en sí parece buena persona, pero su desfachatez como empleado llega a un cinismo que me molesta» (sic).

Sin necesidad de tener los resultados o estados financieros en su poder, los empleados se daban cuenta de que la empresa estaba llegando a un punto crítico en el que podría enviar a muchos a las filas de la oficina de desempleo, si no es que antes se declarara a sí misma en situación de «quiebra técnica», cosa que sería peor, porque no habría dinero para liquidaciones.

Te preguntarás:

¿Y a todo esto dónde estaba El CEO o Director General?

¿Qué hacía el CEO?

El CEO es por supuesto un personaje clave en esta narración.

El Director General estaba totalmente consciente de los problemas que atravesaba la empresa y de las repercusiones emocionales que ésta situación ejercía sobre su personal a todos los niveles. Eran momentos complicados que llevaban al límite del temple a todos los ejecutivos.

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A un par de semanas de que la mayoría de las obras concluyesen, cierto día, a primera hora de la mañana, el Director General convocó por correo electrónico a todos los ejecutivos y operativos al aula de Actos del corporativo; les solicitó que dejaran todo lo que estuvieran haciendo y se presentaran a medio día, justo a las 12:00 pm para darles un aviso.

Esas primeras horas de la mañana estuvieron cargadas de tensión.

Los nervios estaban a flor de piel, la incertidumbre era insoportable; por allí se escuchó hasta algún sollozo, y no era para menos, esperaban las peores noticias.

El aula de Actos se llenó en punto de la hora fijada. Al frente, en el estrado se encontraban sentados el director general, el director de finanzas, el director de recursos humanos, el director jurídico y el director de nuevos proyectos, o sea Ricardo. Para no variar se le notaba relajado y hasta sonriente, cosa que provocó el disgusto de unos cuantos… ¡No es posible,,, ¡Qué cinismo!

El director general tomó rápidamente la palabra y agradeció la presencia puntual de todos y luego luego fue al grano con el siguiente discurso:

Compañeros:

Como es de su conocimiento, la empresa atraviesa por algunos escollos financieros de cierta consideración, aquí no voy a entrar en detalles.

En los últimos meses todos ustedes han estado trabajando a tope de sus capacidades y sé que en muchos casos van más allá del límite de su tiempo y responsabilidades, dejando a sus familias solas muchas noches y hasta los fines de semana para apoyar la continuidad de la operaciones de esta empresa, gestos de alta lealtad que les agradezco profundamente a nombre del consejo de administración.

Pero, pero, además de agradecerles su gran actitud y profesionalismo durante los momentos más complicados, hoy los he convocado para informarles que el día de ayer firmamos un convenio con un cliente muy importante quien nos encomienda el diseño, construcción y puesta en marcha de uno de sus desarrollos inmobiliarios más vanguardistas en las afueras de esta misma Ciudad.

Quiero hacerles saber que el esfuerzo y dedicación que cada uno de ustedes imprime en sus labores cotidianas no ha pasado desapercibido para este cliente, por lo que deja en nuestras manos el desarrollo de uno de sus proyectos más ambiciosos, el cual nos garantiza a todos mantenernos en el puesto de trabajo en principio durante los próximos dos años.

Si todo va bien, tendríamos opción de renovar el proyecto para una segunda etapa que duraría otros dos años más.

En ese instante, el auditorio interrumpió al CEO con aplausos y gritos de alegría, también hubo lágrimas, la algarabía era enorme, fue como una catarsis colectiva.
Cuando lo dejaron continuar el CEO comento lo siguiente:

Además de agradecer el gran esfuerzo que todos y cada uno ponen en su trabajo, quiero hacer una distinción especial al Director de Nuevos Proyectos, a Ricardo, por el sacrificio que hizo para lograr el ansiado contrato que veníamos trabajando desde hace más de un año.

Hace como nueve meses (y a sabiendas de la mala situación financiera de la empresa) Ricardo me pidió que le hiciera un ajuste salarial a la baja y que le permitiera seguir en su puesto para trabajar con el cliente del desarrollo inmobiliario hasta la firma del convenio/contrato.

Acordamos que después hablaríamos acerca de sus condiciones particulares.

Y por supuesto que hablaremos de su merecida compensación como empleado distinguido.

Pero ahora quiero que le hagamos un reconocimiento a Ricardo, ya que gracias a sus habilidades y tenacidad sin igual, todos podemos conservar nuestros empleos para seguir llevando dinero y recursos a nuestras familias, quienes también estarán preocupadas, y ahora contentas por todo lo que acontece en ésta que también es “Su empresa».

Un Aplauso por favor para Ricardo.

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Después del comunicado y el gesto de agradecimiento, por allí se vio que varios compañeros que se acercaron hasta donde estaba Ricardo para abrazarlo y estrecharle la mano personalmente.


Las oficinas de concepto abierto donde todos conviven como una sola comunidad sin muchas fronteras físicas, provocan que los compañeros (quiéranlo o no) se juzguen unos a otros con más severidad.

Generalmente juzgamos el trabajo de los compañeros de la oficina porque tenemos sus lugares a la vista, o casi a la vista, incluso donde existen despachos privados allí todo lo que hacen o dejan de hacer es del conocimiento público,

Y dado que casi siempre desconocemos todas sus funciones y responsabilidades los juzgamos por hacer las cosas de manera diferente a lo que nosotros las hacemos/desarrollamos.


Art Markman, escritor de la revista digital ‘Fast Company’ dice en uno de sus artículos que:

«Es natural observar las acciones de otras personas y juzgarlas por hacer las cosas de manera diferente a como las haces tú. Como dijo el comediante George Carlin en una de sus famosas rutinas:

«¿Alguna vez has notado que cualquiera que conduzca más lento que tú es un idiota, y cualquiera que vaya más rápido es un maníaco?

Los efectos de todos estos juicios se magnifican en entornos de oficinas abiertas en donde el comportamiento de todos se exhibe para que todos lo vean. Porque por más natural que pueda ser juzgar lo que otros compañeros hacen, probablemente esto esté haciendo que todos en ese entorno de «concepto abierto» sean menos productivos. Y eso se suma al golpe que recibe la productividad solo por las distracciones».


Más que criticarlos por salir a su hora, o por tomarse un café cuando se les antoja, por salir a comprarse tabaco, o incluso por ganar unos cuantos dólares más que nosotros, debemos comprender que nuestros compañeros quizá hacen o desarrollan su trabajo con eficiencia, máxime cuando desconocemos todos los alcances de su puesto.

En lugar de ver el trabajo de los demás, o de cada empleado desde una visión negativa, debemos tratar de entender por qué son tan eficientes, o cómo logran terminar sus funciones ateniéndose a un estricto horario; cómo se llevan las relaciones dentro de sus propios equipos, qué características demuestran otros líderes de grupo que debemos tomar como ejemplos.


Para finalizar les comparto algunos puntos que rescato como positivos de esta narración:

A) Ricardo previó que su puesto era vulnerable dada la carga económica que le representaba al presupuesto de la empresa, por eso se adelantó a los hechos: Antes de que le propusieran renunciar, propuso un ajuste a su salario con la condición de que en caso de tener éxito en la negociación se le compensara acorde al logro del objetivo.

B) No critiquemos sin saber, tampoco sabiendo, porque en la mayoría de los casos desconocemos todos los elementos que conforman determinadas situaciones, como la rebaja salarial con la que Ricardo trabajaba.

C) Controla el trabajo bajo presión, y si no puedes al menos disimúlalo, como Ricardo que también sabía que su puesto y prestigio estaban en entredicho. Él, como empleado, estaba obligado a demostrar (más que otros) lo que valía en sueldo y compensaciones, estas son presiones muy fuertes que no todos pueden gestionar con temple.

D) Como CEO debes tratar de darte cuenta de todo lo que acontece en la empresa, debes estar informado y al tanto de las inquietudes, las molestias, los comentarios y las causas de desmotivación de todos los empleados.

E) El esfuerzo de cada uno, por pequeño o irrisorio que pueda considerarse suma e impacta en las operaciones globales de la empresa. Esto lo notó el cliente, por eso contrató los servicios de toda la compañía, no solo los de Ricardo.


Tengamos en cuenta que cuando juzgamos el rendimiento de nuestros compañeros, de alguna forma estamos proyectando nuestro propio rendimiento; así que más que voltear a ver y comentar acerca del trabajo del vecino mejor dediquémonos a pulir y sacarle brillo al nuestro.


“Pensar es difícil, es por eso que la mayoría de la gente juzga”.

Carl Gustav Jung (1875-1961) | Fundador de la escuela de psicología analítica

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Imagen de Pixabay.com libre de Derechos de Autor.
Fotógrafo:  Muntazar Mansory

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