Recientemente alguien me dejó un comentario en uno de los vídeos cortos (o shorts) que publico en Youtube. Concretamente en ese short, estaba hablando acerca de las expectativas que uno debería superar para estar entre los mejores, independientemente del oficio o de la profesión que se desempeñe, y la pequeña nota decía según recuerdo: “Cómo te atreves a hablar del asunto cuando ni siquiera alcanzas los 2 mil seguidores en Youtube”, cosa que al momento pues era o sigue siendo cierto.
Aquí no voy a rebatir ese comentario porque ya lo he contestado en la misma plataforma, tampoco me pareció inapropiado ni incómodo, pero lo que me llama la atención es que a una persona le parezca poco cualificado el contenido que proviene de un creador que aún no obtiene determinado número de seguidores, mismo número que existe únicamente como norma, o como regla general en una sola cabeza, en la suya.
El Nuevo Lenguaje del Éxito
Cada cabeza es un mundo, y lo que para unos puede parecer un número inalcanzable o una cifra muy grande, para otros puede entenderse como una cantidad irrisoria o despreciable.
Hoy en día, los parámetros que cada uno nos creamos e imponemos en nuestra propia mente -para calificar lo que es bueno y lo que es malo, o lo que es éxito y lo que es fracaso- son infinitamente variados, y difieren completamente de un criterio a otro; y creo con total convicción que en este sentido ¡nadie puede tener la razón!
A partir del Internet, y de sus diversas plataformas de comunicación, especialmente en las redes sociales, surgen infinitos indicadores de ponderación, donde una parte de la audiencia juzga que un contenido es valioso o encomiable y, al mismo tiempo, otros lo valoran como insignificante, todo esto se manifiesta en comentarios, señales de aprobación o desaprobación así como estrellas y recomendaciones.
Está claro que algunos personajes cuentan con una cuota de seguidores importante, a veces hasta millones, y por otro lado encontramos a quienes tienen un bajo volumen de fans, unos que incluso ellos mismos quisieran incrementar. Lógicamente, cuando comenzamos a publicar, todos arrancamos de cero, sea cual sea la plataforma.
A mi forma de ver, todas estas métricas son relativas, especialmente las del lenguaje del éxito.
Si por ejemplo, mi blog fuera leído solo por cinco personas, que no fueran ni mis amigos ni miembros de mi familia, la mayoría podría juzgar este número (5) como despreciable, o mínimamente importante como para ser tomado en cuenta.
Pero solo suponiendo que esos cinco asiduos lectores fueran Arturo Pérez Reverte, Denise Dresser, Fernando Savater, Isabel Allende y Don Armando Fuentes Aguirre mejor conocido como Catón, entonces no creo que mi contenido pueda ni deba calificarse como insustancial ni como prescindible/reprobable. En este hipotético caso muchos podrían afirmar con injusticia que más vale calidad que cantidad.
Y digo injusticia, porque desde mi perspectiva, considero que un reducido número de seguidores, no importando si son o no son grandes luminarias de algún medio, que anónimamente se toman la molestia de seguirle y apoyarle a uno, son totalmente respetables como número, porque el hecho de contar al menos con una persona que se interese en un determinado contenido, eso ya es en sí mismo un logro destacable, especialmente dentro de unos medios donde la retención del interés y la atención del consumidor son sumamente frágiles y además, solo se fijan en el lenguaje del éxito.
Aquí lo que sucede es que muy muy pocos están dispuestos a leer más de dos párrafos de un artículo, o a escuchar más de 5 minutos de un audio, o a ver más de 5 segundos un vídeo.
La atención por parte del usuario decae
Escuché por allí que hasta el pez beta presenta un mayor índice de atención que el ser humano, porque el pez beta pone atención en algo que considera como novedoso hasta 8 segundos, y los expertos de la mercadotecnia digital (o marketing digital) conminan a los productores de vídeos cortos (o reels) a captar la atención del potencial consumidor en los 3 primeros segundos, ya que si no lo logran, el usuario, en este caso un humano pasará de largo ese vídeo para seguirse con otra cosa que sí logre interesarlo.
Hoy en día, con la enorme facilidad para publicar contenido digital, y con el fin de crecer en número de seguidores,
nos encontramos con que pocas personas están dispuestas a sugerir, recomendar y calificar los contenidos que se topan a su paso, y esto se debe a la monstruosa cantidad de imágenes, artículos y videos que nos presentan las plataformas de redes sociales.
Ante este tremendo crecimiento de la información, con su consecuente falta de apoyo por parte de los consumidores, los creadores y curadores de contenidos caen en el pecado de sugerirse a sí mismos, auto-promoviéndose y proclamándose como valiosos y destacados.
Todo esto modifica el tono del lenguaje con el que los creadores de contenido se dirigen al consumidor, y a su vez incide en la visión de los consumidores a la hora de calificar los contenidos que se les presentan como exitosos.
Si por ejemplo, un arquitecto con más de 30 años de experiencia en obras y edificación decide solo por el gusto de hacerlo comenzar un blog o un canal en Youtube, para compartir sus amplios conocimientos, es entendible que arranque con cero seguidores;
y este para muchos ‘insatisfactorio número’ que irá incrementándose poco a poco, para la gran mayoría de usuarios resulta irrelevante a la hora de calificar ese contenido como bueno, malo o regular, y en la misma medida el creador también será ponderado como bueno, malo o regular.
¿Qué lenguaje tendrá más éxito en el mundo digital?
Para iniciarse en las plataformas del mundo digital, compartiendo su saber hacer, lo peor que podría hacer el creador de contenido, en este caso el arquitecto constructor con tantos años de experiencia, sería comenzar utilizando un lenguaje en el que se auto-valore como exitoso, o como experto o especialista, en lugar de presentarse mostrando su verdadera valía en forma de contenido de utilidad, donde predominen hechos tangibles que muestren más que solo su propia opinión subjetiva.
El uso de lenguaje auto-ponderable no define el éxito del Autor
Un gran problema que veo es la facilidad que nos dan las redes sociales cuando nos permiten auto-valorarnos sin filtros ni restricciones, allí cada uno puede aparecer como le dé la gana y presentarse a sí mismo como figura notable o como personaje público, y en el colmo del narcisismo algunos llegan a auto-presentarse en tercera persona, como ellos quisieran que los demás los reconocieran, por allí declaran en sus blogs o en sus canales de otras plataformas frases como:
«Fulano es reconocido en tal medio», o «Zutano es el exitoso autor del bestseller X. Aquí con Fulano aprenderás a diario», o «Este profesional es considerado como una figura influyente en tal o cual medio, tanto a nivel nacional como internacional», o «Zutano es una de las marcas personales más interesantes de la actualidad», esto con el fin de informar sucinta y debidamente a la mayoría que ni siquiera hemos oído hablar de ellos.
Un exceso de información recomienda un lenguaje de éxito sesgado
Como ya lo dije, el problema de tanta información es que el consumidor prácticamente pone muy poco interés en calificar todos y cada uno de los contenidos que va descubriendo a su paso, porque es materialmente imposible ponderar y recomendar a tantos generadores de contenido.
Y ante una situación tan abrumadora, los productores de contenido recurren a la delicada y riesgosa auto-evaluación, donde se sienten entre comillas “empujados” a mencionar sus muchos años de trabajo, sus éxitos personales, o los hechos que al menos ellos entienden como «sus logros», además de nombrar a las personalidades que los han volteado a ver, o a los personajes a quienes han saludado de mano en alguna oportunidad.
Una visión empática del lenguaje del éxito
Desde mi particular punto de vista, entiendo que justo en estos días de saturada información, con tantos profesionales que proponen prácticamente el mismo contenido, y para tratar de lograr un mínimo nivel de respetabilidad tendrías que entender que:
Tu lenguaje no va acerca de ti, sino de los demás.
No se trata de compartir solo tus inquietudes, tus necesidades o tus ambiciones personales.
Lo que realmente importa son las IDEAS DE CAMBIO que propones y cómo conectas a unos actores de tu medio con otros.
No importa qué tanto sabes ni cuál es tu expertise, sino qué haces tú en esos espacios entre cabezas.Reflexiona qué exteriorizas y qué se necesita realmente allí afuera; esto para no excederte con superfluosidades.
Con el fin de granjearte una mínima cuota dentro de un mercado tan saturado, el lenguaje que hoy deberíamos usar tendría que ser inclusivo, propositivo, empático, menos individualista y CERO EGOCENTRISTA.
Debemos tener cuidado con el lenguaje que se concentra en el ‘Yo’, en el ‘Yo tengo esta experiencia’, en el ‘He estado acumulando tantos años de sabiduría’, o en el ofensivo ‘Conmigo aprenderás esto y lo otro’.
Toda esta petulancia insulta la inteligencia de tu potencial consumidor, o de tu probable cliente, porque de entrada lo estás calificando como ignorante, o en su caso como iluso.
Y como pequeña muestra para diferenciar entre lenguaje propositivo y lenguaje egocéntrico:
En lugar de decir “Aquí en mi blog o en mi canal, cada tres días aprenderás A y B gratis» (cosa que suena totalmente pretenciosa y presuntuosa), podrías mejor proponer:
“En este sitio encontrarás cada dos días contenidos del tipo A o B». Luego entonces, ya le corresponde al usuario o consumidor juzgar si el contenido es o no encomiable.
El consumidor tiene una gran cuota de responsabilidad a la hora de aceptar el lenguaje de éxito que se le propone
Como ya lo dije por allí, el problema es que el nuevo lenguaje de comunicación para tratar de alcanzar algún éxito no restringe ni las frivolidades ni las fanfarronadas, y lo paradójico es que en general los consumidores no suelen filtrar todos estos exabruptos narcisistas, y en muchos casos hasta los dan por válidos justificándolos con los números que respaldan al influencer, como contar 100 mil seguidores.
Puede parecer que lo digo por envidia, pero tal como le he escuchado en múltiples ocasiones al experto en generación de contenidos digitales Gary Vaynerchuk:
La humildad y la empatía son las escasas monedas de cambio que deberían predominar como elementos para construir relaciones y proyectos de marcas, cualesquiera que sean sus giros.
“Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase que desperdicia el contenido”.
–Eduardo Galeano (1940-2015) | Escritor uruguayo