Esta es una pequeña anécdota personal. Hace varios años, cuando trabajaba como coordinador de proyectos para una compañía de logística, me trasladé por avión, en viajé de rutina, a una de las unidades de negocio, para revisar los avances de las obras que gestionaba.
El vuelo que tomé era el primero del día. Todavía no salía el sol cuando ya había arribado a la sala de espera del aeropuerto.
En medio de un pequeño tumulto, me encontré por casualidad con uno de los directores de la misma compañía en la que ambos trabajábamos. Nos dirigíamos al mismo sitio, él asistiría a una junta con un cliente. Este directivo pertenecía a la división comercial que también tenía su cede en el mismo corporativo donde yo trabajaba.
Inmediatamente me reconoció y se acercó a saludarme.
La compañía era tan grande y con tantas operaciones que lo normal era que sin buscarlo los colegas de esa empresa nos convirtiéramos en compañeros de viaje, cosa que servía para desarrollar lo que yo todavía no conocía como «Networking», en este caso Networking interno de la compañía.
Al abordar el avión no tuvimos ningún problema para sentarnos juntos, y conversamos durante poco más de una hora de vuelo.
Ya en pleno vuelo y a mitad de la conversación, este director me soltó una pregunta fría y directa,,, ¡Así, sin anestesia!:
-Oiga, ¿Por qué sigue usted en esta compañía?
La pregunta me desconcertó, y respondí con otro pregunta:
-¿A qué se refiere exactamente?
Me contestó con este planteamiento:
-Mire, ¿Qué prefiere que le diga, lo que usted quiere escuchar o lo que debo decirle?
-Pues comience por lo que debe decirme.-
-Mire, en los años que tengo de conocerle, puedo afirmar que le aprecio, así que no me tome a mal lo que voy a decirle. ¡Váyase de la compañía!. Aquí no tiene futuro. Si usted sigue trabajando aquí con la esperanza de que va a prosperar ya le digo desde ahora que lo tiene difícil. O, ¿prefiere que le diga que va a escalar muchos puestos y llegará a ser director general?
Este cuasi consejo, uno que en ningún momento le pedí, me sorprendió porque provenía de un ejecutivo de otra división de la empresa, quien no tenía injerencia alguna sobre mi posición; claro que lo conocía por el trato continuo y además también lo apreciaba como persona. Allí mismo, poco a poco comencé a entender por qué me decía todo eso.
Me dio pocas explicaciones, y su punto de vista fue contundente. Y concluyó:
-Usted carga con muchas responsabilidades, y tanta responsabilidad no es propia de un puesto de jerarquía inferior. Si usted cree que va a prosperar siga así que ya le puedo decir que nada va a suceder.
Yo veo que sus jefes están muy cómodos con ese modelo de organigrama, y conociéndolos bien no creo que su situación personal vaya a cambiar, porque usted les facilita la vida.
¡Eso es todo! Créame que lo siento.
Mientras esa incómoda conversación me acababa por desilusionar yo iba digiriendo lo que este director quería decirme, y puedo afirmar que además sentí un gran alivio.
Sentía como si parte de todo ese peso que cargaba se liberaba al saber que otro ejecutivo de la empresa se daba cuenta de mi situación, y que de alguna manera estaba al tanto de todo el trabajo que realizaba.
Aunque a uno no se lo reconozcan, siempre es gratificante saber que alguien se da cuenta del trabajo que uno desempeña, sea cual sea la jerarquía.
Lo importante es que eso que uno desarrolle impacte por su tamaño o por su calidad, y mucho mejor si es por las dos cosas; a mi no me corresponde calificarme en cuanto a calidad porque creo que sería como de mal gusto hacer autocrítica en ese sentido.
Hoy puedo afirmar que este directivo se equivocó en su vaticinio,
porque poco tiempo después logré (eso sí) un ascenso de puesto, que tampoco era lo yo esperaba ni lo que correspondía por justicia a las funciones que desempeñaba.
Como consecuencia de una serie de episodios fortuitos y entre otras recomendaciones la de este director, posteriormente me vi forzado a renunciar por dignidad.
Lo que quería era prosperar, por lo cual evalué mi situación y tomé la decisión.
En términos generales, a los humanos nos incomodan las recomendaciones, especialmente las que nos incomodan.
Está en toda nuestra naturaleza rechazar las sugerencias que otros nos dan, especialmente cuando las consideramos negativas o en su caso destructivas.
Los consejos que conllevan tomar acciones, unas que impliquen cambios profundos de paradigmas suelen molestar, y molestan porque casi siempre nos conminan a salir de nuestra zona de confort; esos cambios pueden poner en riesgo la supuesta seguridad de lo que hemos alcanzado hasta el momento.
Lo que debemos Saber Escuchar
Repitiendo y desgranando el planteamiento de ese director:
¿Qué prefiere que le diga, lo que usted quiere escuchar o lo que debo decirle?
Hoy me parece que esta pregunta bien podría provenir de un mentor; sonaba como la disyuntiva que me podría plantear un Coach ejecutivo personal, o en su caso la de un compañero de Grupo Mastermind.
¿Cómo funciona un Grupo Mastermind?
Como ya lo he comentado en otras ocasiones, yo nunca tuve un mentor en toda regla.
Mi padre, a quién le mando un cariñoso saludo allí donde esté ahora, fue durante muchos años lo más cercano que tuve a un mentor; él como ejecutivo de alto nivel bregado en muchas batallas compartió conmigo varias de sus anécdotas, y por supuesto me daba algunas sugerencias en las que nunca incidía ni insistía; siempre me decía que las decisiones en torno a mi futuro solo las podía y las debía tomar yo.
Existen mentores que no entendemos como tales
Recuerdo que en la escuela primaria, secundaria o incluso en la universidad, algunos profesores le hablaban uno a un nivel más cercano, casi como mentores me decían:
-¿Qué está pasando con tu rendimiento?
¡Este 7 en matemáticas no está bien para ser usted!
Estos comentarios son de alguna manera una forma de mentorizar, de cuestionar al individuo, de exigirle más y hacerlo ver que puede dar mejores resultados; son como mini-arengas para instarle a uno a luchar y a superarse. Ahora lo veo así, y ya me hubiera gustado verlo así en aquellos momentos.
Más adelante, ya en pleno ejercicio profesional, vienen las evaluaciones anuales del desempeño, que a nadie le agradan, quizá por su supuesta inutilidad.
El gran problema de este tipo de evaluaciones de rendimiento, donde un Jefe califica a su subalterno, llamémosle «trabajador» o «ejecutivo», es que siempre señalan fallos y defectos, en ningún momento proponen acciones ni sugieren alternativas, tal como debería hacerlo un buen mentor, por eso me parecía que no eran constructivas, ni conducían a progreso alguno.
Hoy, a pesar de que ya no me someto a estas evaluaciones anuales del desempeño, ya las veo con otros ojos, desde otra perspectiva, porque entiendo que no está tan mal el hecho de señalar fallos en el desempeño ni criticar ciertas actitudes.
Aunque esas evaluaciones no pueden considerarse como mentorías en un amplio sentido, sí que son de gran utilidad como feedback, como retroalimentación, independientemente de que la crítica negativa sea justa o injusta.
Ahora, paradójicamente, creo que hasta las echo de menos. Las echo de menos porque aprecio todo tipo de crítica, sea positiva, negativa, constructiva o destructiva.
Las 4 Tipos de Críticas
Creo que a uno como profesional le corresponde tomar esos juicios con el mejor criterio posible, para filtrar lo que se debe tomar en cuenta y lo que se debe descartar.
Al final uno es el que ha de ejecutar acciones, ya sea para corregir el asunto que afecta el desempeño o para mejorar la imagen que uno proyecta.
Hoy entiendo perfectamente que los comentarios en forma de crítica negativa son más necesarios que nunca.
Por supuesto que la crítica positiva y los halagos siempre son bienvenidos y regocijan el ego, pero la crítica negativa, vaya o no acompañada de alternativas, soluciones o propuestas de valor, también debería ser bien recibida.
Por ejemplo, de vez en cuando, por allí recibo comentarios con críticas negativas acerca de mi trabajo en el blog y en el podcast.
He leído críticas severas, y en algunos momentos en que no estaba tan abierto a éstas las sentía insoportables, me parecían injustas, pero ahora entiendo que esa no era una visión constructiva.
Claro que también recibo comentarios positivos, y los agradezco de todo corazón.
Pero en el caso de las críticas negativas, que prácticamente nunca van acompañadas de sugerencias, también las tomo en consideración porque sé que al menos llevarán un 1% de verdad; y ese porcentaje, por mínimo que sea, debe ser tomado en cuenta para mejorar el trabajo que se hace, o para pensar en opciones viables, o en su caso para hacer los cambios que sean necesarios en aras de superarme en el tema o en el punto concreto que pretenda mejorar.
Las sugerencias complicadas y las críticas negativas no son comentarios que uno quiera escuchar, no regocijan ni elevan el ego; y mientras uno no las sepa gestionar, serán como tragos amargos.
Aunque no nos gusten, tenemos que saber escuchar las críticas que no nos favorecen o las sugerencias que no vayan acompañadas de soluciones o alternativas viables, porque a pesar de que (en ocasiones) provengan de un anónimo, lo cual les resta total seriedad, tienden a señalarnos aquello que va mal, indican el peligro que nos acecha o ponen de relieve esos fallos que no vemos o no queremos ver como equivocaciones.
En tu caso particular:
¿Qué prefieres que te digan, lo que quieres escuchar o lo que deben decirte?
Y atención,,, hay que tener mucho cuidado con la sinceridad y experiencia probada de quien nos proponga decirnos lo que supuestamente “debemos escuchar”.
Existen personas que no están facultadas para decirte lo que tienes o debes escuchar, especialmente si no han demostrado lo suficiente a nivel personal ni profesional, o si solo lo dicen por darse la importancia de la que carecen.
En este sentido, abundan los pseudo-profesionales que se venden como los adalides de alguna causa o de algún medio, y se creen facultados para afirmar cosas sin la debida cualificación; también están los que se sienten llenos de elocuencia para sugerir acciones que nunca han experimentado por su cuenta.
“No olvides que la mayor necesidad emocional de una persona es sentirse apreciada.”
-H. Jackson Brown Jr.