Entre Administrar, Crear y Provocar corriente
Por encima de ser famosos y reconocidos artistas,
¿Qué tenían en común el pintor español Pablo Ruiz Picasso y el músico cubano Dámaso Pérez Prado?
Además de ser grandes productores de arte, como pinturas y esculturas en el caso de Picasso y composiciones musicales y bailables en el caso de Pérez Prado, lo que no solo los caracterizaba sino que los inmortalizó por encima de todos sus similares y contemporáneos es que ambos fueron creadores y precursores de nuevas y originales corrientes artísticas.
Por un lado, Pablo Picasso fue el creador del movimiento plástico conocido como cubismo, y por su parte, Pérez Prado fue el creador del género musical ampliamente reconocido como Mambo.
Pero antes de crear o inventar esas nuevas corrientes artísticas, éstos dos colosos necesitaron primero dominar sus disciplinas.
Si, antes de sugerir novedosas e inexploradas propuestas artísticas ambos fueron grandes maestros de su arte, y tal como cualquiera de sus digamos “colegas profesionales”, por hablar en términos actuales, tanto Picasso como Pérez Prado lucharon por ganarse un puesto destacado en los ambientes en los que cada uno se desenvolvía.
Cómo destacar sin ser un Genio
Y, no fue hasta que lanzaron sus progresistas ideas artísticas que lograron desmarcarse de sus colegas y competidores para imponer una huella en el arte de sus respectivas épocas, dejando así sus creaciones como legado a la humanidad.
Sus revolucionarias ideas alcanzaron tal nivel de impronta que provocaron un aluvión de imitadores.
Por todos lados empezaron a surgir derivaciones y sub-propuestas de su arte, que entre otras buscaban no solo mejorar sino evolucionar la corriente que ellos habían creado.
Sus competidores no podían provocar una nueva corriente, solo modificarla.
Maestros de cualquier materia, profesionales de una especialidad o virtuosos de un arte específico hay y han existido ingentes cantidades, hoy a algunos los llaman con poca precisión ‘influencers‘.
Pero no todos los expertos en un tema, por buenos que sean (o hayan sido) logran (o lograron) perdurar con el paso de los años, las décadas o los siglos.
Desde mi punto de vista los que pueden imponer un legado,
o sea un objeto que se transmita para el bien común de generación en generación son aquellos que crean algo nuevo, un ente que innove, una novedosa técnica, un objeto artístico que rompa las reglas de lo establecido, de lo convencionalmente aceptado y que pueda perdurar en el gusto y saber popular de las muchas generaciones que le preceden.
Generalmente dejan un legado quienes logran provocar una corriente que cambia las formas prestablecidas.
Según la definición de Google, «crear significa»:
«Dar realidad a una cosa material a partir de la nada.
Crear es producir determinada cosa a partir de su capacidad artística, imaginativa o intelectual”.
Por lo tanto la acción de crear está íntimamente relacionada con el arte que surge a partir de la idea que antes no existía y que llevada a la realidad, o a la acción, provoca una serie de sensaciones y sentimientos, generalmente positivos, que antes eran desconocidos.
Me he metido en este complejo tema de la creación, uno que me cuesta trabajo desarrollar dada la gran cantidad de aristas y puntos de vista desde los que se puede abordar, porque pienso que tiene mucho que ver con el emprendimiento, la disciplina ejecutiva y el hecho de provocar corriente.
Casi es obligatorio crear para sobrevivir
Lo que sucede hoy en día, en el popular y casi obligatorio universo del emprendimiento, de las marcas y las empresas, es que se habla muchísimo de creación e innovación, de crear productos, de crear empresa, de crear tu marca personal, de ser creativo para prosperar, para posicionarte entre los más destacados, y, hasta donde te lo permitan o lo quieran admitir los demás, para convertirte en el mejor.
El buen posicionamiento de la Marca Personal
¿Cómo estar entre los mejores?
Creo que más o menos todos sabemos, o al menos intuimos con gran acierto que para estar entre los mejores de una especialidad o de un medio, uno tiene que dominar su arte.
Uno ha de ser un virtuoso, un experto de su profesión, un ‘crack’ como dicen por allí.
¿Qué es o qué se espera de un Crack?
Pero para ser el mejor, para verdaderamente destacar sobre el resto hasta el punto de perdurar a pesar del paso del tiempo, o sea para dejar una importante huella, uno tiene que crear algo original,
y para eso no basta solo con ser muy competente,
tampoco será suficiente dominar una materia;
para dejar un legado es necesario crear y provocar una corriente novedosa, suscitar una tendencia, iniciar una nueva época de creación en torno a la idea original.
La creatividad de pocos puede provocar una novedosa corriente
Hay personas que son más creativas que otras, eso es normal, y por mucha generación de ideas que puedan proponer o por gran inventiva que posean, no todas las ideas que se llevan a la acción podrán generar una nueva corriente.
Yo me atrevo a afirmar que deportistas como Leonel Messi o Cristiano Ronaldo son artistas creadores de futbol, porque ambos han creado nuevas corrientes futbolísticas que perdurarán con el paso del tiempo, eso sí, uno a base de más agilidad y el otro fundamentado en mayor potencia física.
Aquí tenemos dos visiones divergentes pero innovadoras en muchos sentidos.
Claro que por allí también existen muchos futbolistas de alto nivel, pero ninguno como estos dos que han generado tendencias, tanto deportivas como empresariales.
Steve Jobs, experto en provocar corriente
En el aspecto empresarial, ya sabemos que Steve Jobs, el famoso mogul o magnate de los negocios tecnológicos es considerado en cierta forma el creador de la nueva corriente de teléfonos inteligentes.
Pero esta afirmación no es del todo correcta.
Sucede que en su caso, no significa que Jobs haya sido un creativo programador de aplicaciones, o el gran inventor de la pantalla táctil, o el creador del Wi-Fi o del Bluetooth, o del sistema de posicionamiento global (GPS) que ya existía, no, él no inventó nada de eso.
Pero a Steve Jobs se le acredita como una especie de artista visionario que supo concatenar o integrar las innovadoras ideas de otros artistas y llevarlas a la realidad en una única propuesta a la que llamó iPhone,
propuesta que dio pie a una nueva generación de aparatos tecnológicos que se han derivado en muchísimas vertientes, desde iPads hasta tableros de aviones, pasando por computadoras personales.
No estoy sugiriendo que te conviertas en otro Steve Jobs, o en otra J.K. Rowling, la escritora y creadora de ‘Harry Potter‘,
porque como sabemos y podemos experimentar, no es sencillo el proceso de creación-producción, empezando porque primero se debe generar la idea y luego llevarla a la realidad, esto se dice fácil, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.
Además, no todas las personas están dispuestas a crear, y esto no tiene nada de malo ni de criticable,
unos crean y otros participan en la acción que busca llevar la idea a la realidad (y hasta donde puedan con distinción), otros más utilizarán ese producto terminado para beneficio de otros y también de sí mismos, ¿por qué no?
Las causas que nos impulsan a crear y provocar corriente
Las razones por las que cada uno se ponga a crear son variadas.
La mayoría lo hace por satisfacer su curiosidad natural, o por vivir la sensación del proceso creativo, para experimentar emociones (esto es por estética en el sentido de aisthesis-sensación).
En otros casos, los menos estéticos, algunos crean «algo» para obtener una remuneración material, generalmente expresada en términos monetarios, otros más crean para satisfacer su vanidad, o su ego.
Los más desinteresados crean para dejar un legado, para aportar a los demás un algo que los ayude a ser mejores.
En su caso, los más visionarios crean para provocar el progreso de una industria que hasta donde se pueda impacte positivamente más allá de su propio medio, a la sociedad en su conjunto.
Desde mi perspectiva, hoy existen dos categorías profesionales:
El Creador y el Ejecutor.
Los dos son necesarios, y generalmente uno no puede ser el otro.
Por allí tenemos el caso del pianista polaco Arthur Rubinstein, quien era un magnífico intérprete de varios compositores, básicamente de su compatriota Federico Chopin.
Rubinstein era un excelente ejecutor de la música de Chopin, hoy se considera como su mejor interprete, pero no era un creador como sí lo era Chopin.
Aunque Arthur compuso algunas obras, nunca creo ni marcó tendencia como Federico.
Allí tenemos a un creador de tendencia y a un ejecutor, a un líder que impone una corriente que predomina a lo largo del tiempo y a un ejecutivo que la lleva a la realidad, eso sí con gran maestría.
Un profesional creativo es capaz de generar emociones
En lo personal creo que aunque un profesionista/emprendedor no sea un creador nato, porque no cuenta con esa virtud, si que podríamos afirmar que para poder considerarse como un artista (en el sentido estético), se debe sentir algún tipo de emoción a la hora de ejecutar o interpretar cualquier tipo de trabajo, misma emoción que generalmente experimentan los niños cuando juegan.
Si por ejemplo tu eres la ingeniera que diseña un puente para conectar una autopista,
seguramente experimentarás sentimientos de emoción durante el proceso de diseño y cálculo, y luego tendrás otro tipo de sensaciones al ver tu obra terminada.
Este trabajo te convierte en una artista de tu disciplina, no en una creadora que deje una nueva corriente en cuanto que utilizaste métodos y fórmulas de cálculo prestablecidas.
Pero, sí que podrías considerarte una artista de vanguardia en relación al diseño arquitectónico de tu propuesta, quizá porque fue única en cuanto a estilo y funcionalidad,
o por que estableciste una nueva y eficiente técnica de construir que ahorra tiempo y dinero,,, a continuación seguramente sería imitada por muchos y quizá hasta mejorada.
Acerca de los imitadores
En cuanto a esos que imitan y repiten todo lo que otros dicen tampoco pueden considerarse como líderes creadores, porque no provocan cambios sustanciales ni marcan tendencias, solo las reproducen.
Como ya dijimos, esto tampoco tiene nada de malo ni de extraño.
Pero lo que sucede hoy en día, con esta fiebre en redes sociales por alcanzar y demostrar públicamente cualquier éxito personal es que muchos pseudo-profesionales se autoproclaman como los mejores, como los número uno, como los más vistos, leídos o escuchados.
Es probable que alguno supere al resto de competidores en varias estadísticas, cosa que depende de muchos factores subjetivos,
pero para verdaderamente poderse auto-considerar el mejor dentro un medio, uno que deje un legado,
hay que crear algo diferente que provoque una nueva corriente, una nueva corriente que se quiera imitar, igualar y hasta criticarse por los demás.
Ergo, imitar no es crear.
Criticar tampoco es crear mientras no propongas otra idea y la lleves a cabo para demostrar que tu crítica es digna de tomarse en cuenta.
Esto de la crítica hay que asumirlo como parte inevitable de todo proceso creativo.
El creador pocas o muchas veces dejará conforme a algunos, pero nunca a la mayoría, sea Picasso, Pérez Prado, Leonel Messi o Joanne Rowling, eso ha de asumirse con naturalidad.
Cuando creas algo que te emociona y a su vez emociona a otros, o algo que sirva a una causa, o que soluciona un problema, o que mejora la vida y el trabajo de los demás, siempre te criticarán destructivamente aquellos que no son capaces de crear algo por su cuenta, ya sea porque no pueden o porque no se atreven.
Un Manager, un director, un gerente o el líder de un equipo que no es capaz de crear algo por su cuenta,
algo que sea tangible de tal forma que pueda ser consumida por sus subordinados podría etiquetarse como «un simple administrador»,
como un mero controlador o el responsable de un grupo, pero no se puede calificar como un creativo ni mucho menos como alguien que deje un legado.
Las sensaciones durante el proceso de creación
Yo creo que no importa en qué etapa del proceso creativo te encuentres, ni si solo eres un puro ejecutor,
tampoco es relevante tu nivel ni tu grado de implicación en un equipo productivo siempre que puedas ser capaz de sentir alguna emoción positiva acerca del desarrollo y el resultado de tu propio trabajo, como experimentar satisfacción u orgullo al hacerlo.
Si por el contrario, tu proceso creativo te fastidia, o te cansa fácilmente,
si tu trabajo no te motiva porque sientes que no es importante o no impacta gran cosa, eso te sitúa solo como un ejecutivo común, uno que lleva a cabo las ideas y órdenes de alguien más sin cuestionarlas.
En ese caso, sea cual sea tu nivel jerárquico, director gerente, supervisor o asistente, no importa el título, tú eres un empleado, jamás un artista, y mucho menos un creativo que pueda generar o provocar una nueva corriente que marque una diferencia sustancial en un medio.
“La autoestima profesional surge de realizar cosas difíciles de alcanzar.
–@EvanCarmichael