Todos necesitamos testigos de nuestra vida | 652

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Todos necesitamos testigos de nuestra vida | Artículo escrito por: Gustavo Pérez Ruiz

Todos necesitamos testigos de nuestra vida

En general casi todos sabemos que nuestras actividades diarias, tanto personales como profesionales generan un impacto en nuestro entorno, puede ser un impacto grande, pequeño, importante o intrascendente,

y esas que acciones que hacemos, buenas o malas, le muestran nuestro carácter y actitud a quienes nos acompañan en el camino de la vida,

nuestra actuaciones enseñan el grado de implicación y el peso que le damos a cada cosa que desarrollamos, o emprendemos.

Todos los seres humanos tenemos testigos de nuestra vida,

y con testigos me refiero a aquellas personas que observan y dan fe de las acciones o inacciones que ejercemos.

Los primeros testigos de nuestra vida fueron nuestros padres,

ellos son quienes recuerdan anécdotas de las que ni siquiera nos acordamos porque estábamos muy pequeños, y gracias a nuestros familiares accedemos a ese conocimiento de nuestra propia vida que si no nos lo cuentan ni nos enteramos.

Los siguientes testigos de nuestra vida,

los más cercanos son nuestros amigos y nuestros maestros, y más adelante nuestros compañeros de trabajo, todos éstos de una u otra forma van dando testimonio de nuestras vivencias.

Nuestros amigos nos recuerdan que tuvimos problemas para convivir en algunas reuniones, que éramos buenos para un deporte, que estábamos enamorados de la chica que nunca nos correspondió.

Los maestros por su parte atestiguaron nuestras dificultades con las matemáticas, o podrían asegurar que nunca tuvimos buena letra e incluso testifican nuestra desidia para mantener la disciplina.

Nuestros jefes recuerdan que nos poníamos nerviosos con nuestra primera presentación, o que cometimos tal error el cual ahora hemos superado tanto que hasta nos reímos.

Los testigos que vamos acumulando en nuestro recorrido por la vida son variados y diversos, y en ocasiones pueden ser hasta incómodos.

Son incómodos porque recuerdan esas cosas que preferiríamos que todos olvidaran, pero éstos siempre están allí para recalcarnos esa anécdota que para bien o para mal todavía nos molesta un poco, unas anécdotas que hoy debemos saber enfrentar con criterio, madurez y aceptación.

Y, en otras ocasiones, los testigos de nuestra vida también son necesarios para reforzar nuestra autoestima,

porque como todos, seguramente hemos atravesado por circunstancias muy difíciles en las que salimos airosos las cuales hoy ya empezamos a olvidar o a darle poca importancia, pero esos testigos de nuestra vida están allí para decirnos:

-Mira, te acuerdas cuando lograste superar tal situación, no te lo quisieron reconocieron por envidia y por intereses ajenos a ti, pero aún así te comportaste con gran decoro, con pundonor, y aguantaste donde otro se hubiera quebrado.

o en su caso también te podrían recordar:

-Nadie creyó que tal chica te besó, pero recuerdo claramente que ella tuvo la iniciativa y tú estabas muy nervioso; hoy todos siguen sin creerte pero Yo fui el único que vio cómo te besaba «La más guapa», ¡felicidades por eso!

Este tipo de testigos son unos que Yo clasificaría como ‘indispensables’.

Indispensables porque nos apuntalan no tanto el ego sino la dignidad, ellos o ellas nos recuerdan que en otro momento fuimos encomiables, o que fuimos valientes, y eso nos ayuda muchísimo para fortalecer nuestro espíritu de lucha hoy;

hoy donde las cosas han cambiado y quizá nos falta revivir un poco de ese ímpetu de otra época donde actuábamos ejemplarmente.

En el presente tú y Yo seguimos teniendo a nuestro alrededor testigos de nuestras vidas,

quizá no nos damos cuenta de ésto pero hay muchas personas que testifican y confirman cada una de nuestras acciones o en su caso inacciones.

Y con esto no quiero proponer que actuemos apropiadamente o de acuerdo con lo que diga el ‘status quo’ solo por quedar bien o satisfacer el criterio de los testigos de nuestra vida, no no no…

Me refiero a que aceptemos que estos testigos están allí inevitablemente para dar fe de nuestros actos,

y como en la mayoría de los casos no los podemos evitar, entonces mejor procuremos actuar y comportarnos de acuerdo a nuestros principios, siempre que no sean muy radicales (no hagas cosas buenas que parezcan malas ni viceversa),

en todo caso aprovechemos a esos testigos de nuestra vida para actuar siempre con buen criterio.

La visión de Michel de Motaigne

El filósofo, humanista y escritor francés Michel de Montaigne (1533-1592) dijo en uno de sus famosos ensayos:

“Todo lo que hacemos nos denuncia”.

Dado que no hablo francés, supongo que la traducción es correcta y por el contexto general del ensayo, entiendo que Montaigne no se refería con «denuncia» a «notificar un delito o una acción reprobable», con denunciar se refería a «señalar«, a «descubrir» o a «revelar un acto que nos distinga«.

Podríamos cambiar de palabra a la frase y decir:

“Todo lo que hacemos nos distingue”.

Una acción nos distingue por educados, o maleducados, una cosa que dijimos nos señala como ignorantes o como adoctrinados; una iniciativa que tomamos nos puede descubrir como generosos o como miserables.

Y en la medida que hagamos o dejemos de hacer cosas, hoy más que nunca, más que en otras épocas acumularemos mucho más testigos de nuestra vida.

Hoy en día la mayoría experimentamos la casi siempre voluntaria exposición pública en redes sociales,

y allí en cada salida y en cada publicación invariablemente acumularemos más testigos de nuestra vida de los que ni podemos imaginarnos cuántos y quiénes son, a pesar de que solo tengas 10 amigos en Facebook, o 25 seguidores en Instagram.

Las plataformas digitales como los blogs, los podcasts, los videos en Youtube y sus orbitales redes sociales evidencian absolutamente todo lo que hacemos y dejamos de hacer;
las redes sociales exhiben nuestra actividad o nuestra pasividad, para bien, para mal o para peor, y ante un número de testigos de nuestra vida más grande del que podemos suponer.

Entonces, cuando participamos en redes sociales, cuando aplaudimos a una persona, cuando apoyamos una causa, cuando publicamos una imagen, cuando nos manifestamos en una ‘story‘ de Instagram, cuando hacemos un en vivo “o live” en Facebook o cuando publicamos un Tweet nos estamos denunciando porque valga la redundancia

todo lo que expongamos o publiquemos nos denunciará, como diría Montaigne.
Absolutamente todo lo que escribimos en el ciberespacio habla de nosotros.

Todo lo que grabamos y colgamos en Youtube, en iVoox o en Spotify independientemente de que nos guste o no nos guste el impacto que genere,

esa exposición pública hará que los demás piensen u opinen de nosotros y de nuestro contenido, nuestra presencia y exhibicionismo público es de alguna forma nuestra marca personal.

Si tenemos la iniciativa de poner en marcha una acción o de proponer un movimiento y no nos empleamos a fondo -como dijimos que haríamos o deberíamos haber hecho-,

eso nos pone en evidencia, independientemente de las verdaderas causas por las que no seguimos o no avanzamos hasta terminar.

Si por ejemplo estamos ante una gran comunidad y pretendemos estar en competencia donde no existe competencia, eso pone de patente nuestra calidad humana ante todos esos testigos de nuestra vida.

Si nos empleamos a fondo para lograr una causa,

esa causa nos expondrá como lo que somos ante quienes presencian nuestras actuaciones, sin tomar en cuenta que la causa sea un éxito para unos y no tanto para otros.

Somos lo que exponemos, lo que publicamos, lo que compartimos, lo que evitamos, lo que obstruimos, lo que criticamos.

Nuestra marca personal es lo que ponemos sobre la mesa de conversación, y los que nos escuchan son testigos inevitables de nuestra vida.

Si curamos contenido, esto es,

si solo publicamos el interesante trabajo de otras personas eso distingue nuestra generosidad, porque evidenciamos el valor de otro, pero solo eso.

Curar contenido no nos distingue como creadores ni como innovadores, y los que no crean no trascienden, esos difícilmente dejan un legado propio.

Si publicas una foto tuya en traje de baño meciéndote en una hamaca y afirmando que mientras descansas produces mucho dinero,

o si cuelgas una foto jugando videojuegos, o

si publicas un video entrando a un restaurante muy reconocido en el que al final no comiste,

todo esto provocará naturales reacciones en algunos testigos de tu vida a quienes quizá ni siquiera conoces.

Esas simples acciones te denuncian y exponen tus valores porque así evidencias la importancia que le das estas actividades.

Si por otro lado desarrollas un trabajo, como por ejemplo el de Asistente ejecutivo en un banco, o como Encargado de producción en una planta manufacturera, ese trabajo te producirá pocos testigos, porque pocas personas pueden dar fe de tu actividad productiva.

Pero si ese trabajo lo publicas en cualquier medio digital para que otros lo aprovechen y lo compartan, es altamente posible que aumenten los testigos de tu vida porque ese trabajo les es de utilidad para su aprendizaje,

además de que dicho trabajo puede ser digno de admiración,

pero si no lo publicas, lo cual también es tu derecho, no tendrás tantos testigos de tu vida.

Y lo que aquí sucede es que prácticamente solo el trabajo que se publica tiene posibilidades de sobrevivir el paso del tiempo.

Antes del internet los libros, periódicos y revistas eran los medios que le proporcionaban larga vida a un trabajo y por consiguiente a su autor.

Shakespeare, Cervantes o Montaigne sobreviven gracias a hacer público su trabajo, y en el presente siguen y siguen acumulando testigos de su vida y también de su trabajo.

Lo que sí hará que trasciendas

El trabajo que no se publica también puede ser encomiable y digno de admiración, pero cabe decir que solo tiene posibilidades de trascender el trabajo que se publique en un medio que perdure,

además de que su impacto no tiene que ser inmediato.

Un trabajo puede ser valorado muchos años después de que su autor ya ni siquiera esté entre nosotros, como es el caso del pintor holandés Vincent Van Gogh, o como el caso de los escritores que todavía no contaban con computadoras personales (PC’s).

Para perdurar en la mente de ‘nuestros testigos en la vida’ sería más recomendable exponer algo de valor, algo que ayude a otros a ser mejores para que puedan superar sus problemas,

aunque desafortunadamente cabe decir que también se puede permanecer en la mente de un colectivo por una acción reprobable o despreciable.

Cuantos criminales siguen hoy siendo reconocidos y recordados por sus crímenes, como Jack el Destripador, el asesino en serie del siglo XIX.

Te aseguro que tienes más de 5 testigos de tu vida personal

y una cantidad más grande de lo que te imaginas en redes sociales, aunque no te dejen comentarios ni pulgares hacia arriba; aún así aprovéchalos para dejar una huella que si puedes, haz que se convierta en un legado.

En esta ocasión, me despido con una frase que obtuve de una novela que leí hace muchos años y la cual subrayé en su momento, momento en el que no imaginaba que me iba a servir de inspiración para preparar esta entrada del blog y podcast de emprendimiento:

“Todos necesitamos testigos de nuestra vida para poder vivirla”.

-Carlos Fuentes | Libro: La Muerte de Artemio Cruz

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